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Bioseguridad porcina 360°: de las barreras visibles a los reservorios ocultos – Parte I

Escrito por: David García Páez - Especialista en Bioseguridad Aplicada en OneSilex

UNA NUEVA FRONTERA EN LA BIOSEGURIDAD

“Ojos que no ven, corazón que no siente…”

Esta frase, dicha sin malicia en tantas granjas, es la misma piedra con la que tropezamos una y otra vez: interior de las líneas de pienso, tuberías que serpentean bajo el hormigón, silos con pienso apelmazado en su cono y en sus ondulaciones, rincones húmedos sin luz con planchas de aluminio o PVC donde se alojan infinidad de insectos como las cucarachas, cada vez más presentes en todas las granjas porcinas de España.

Los patógenos —bacterias, virus, hongos y esporas— se han vuelto maestros de la invisibilidad, prosperando en esos rincones donde el ojo humano, nunca llega o mejor dicho no quiere llegar.

La bioseguridad, lejos de ser una mera lista de protocolos y productos por aplicar o un checklist a cumplimentar por las, cada vez más grandes, integradoras para las grandes marcas en los supermercados, se ha consolidado como la columna vertebral de cualquier explotación porcina moderna que aspire, ya no solo a la excelencia, sino a tener bajo mínimos los riesgos controlados en un umbral que sea económicamente viable.

Se trata de:

 

Evitar la entrada de enfermedades.
Salvaguardar la rentabilidad.
Asegurar la calidad del producto final.
Proteger la salud pública de la cadena alimentaria y la de los trabajadores se dan cita a diario en las explotaciones.

El mercado actual no solo exige animales sanos y eficientes, sino que demanda una liturgia de seguridad alimentaria con trazabilidad y verificada de principio a fin.

Cada animal que sale de la granja arrastra tras de sí, para bien o para mal, el histórico de la limpieza y desinfección, así como del manejo en su entorno.

Estas prácticas L+D han evolucionado, pero aún persisten desafíos significativos, siendo uno de los mayores errores en la gestión sanitaria, asumir que lo que no se ve, no afecta.

Muchos de los focos de contaminación más persistentes están ocultos y pueden acantonarse, permaneciendo activos durante semanas o meses si no se implementan medidas específicas de control.

Las zonas visibles (corrales y boxes, pasillos, tolvas externas, por ejemplo) suelen recibir atención regular, las zonas ocultas o con acceso complicado quedan frecuentemente fuera del protocolo.

Esto crea microambientes ideales para la proliferación de patógenos, con consecuencias sanitarias y productivas más que significativas para la explotación y, por ende, para la integración.

Es por ello por lo que proponemos un viaje de 360° por la bioseguridad: desde las barreras visibles que frenan la entrada de enfermedades hasta los reservorios internos que, si no se desactivan, reescriben cualquier protocolo, poniendo en jaque todo el esfuerzo productivo y económico.

EL DOBLE ESCUDO: BARRERAS EXTERNAS E INTERNAS

Un programa de bioseguridad robusto se estructura en dos niveles complementarios que actúan como un doble escudo protector para la granja, bioseguridad externa y bioseguridad interna, cada una con su propia lógica y conjunto de medidas, pero intrínsecamente interconectadas para formar una defensa lo más impenetrable posible.

  BIOSEGURIDAD EXTERNA: LA FORTALEZA Y SU FOSO  

El objetivo de la bioseguridad externa es claro y primordial: evitar que los agentes infecciosos, ya sean virus, bacterias, hongos o esporas, parásitos o insectos, entren en la explotación.

Actúa como la primera línea de defensa y se centra en controlar todos los puntos de acceso con el exterior.

UBICACIÓN Y PERÍMETRO: LA PRIMERA DECISIÓN ESTRATÉGICA

Pensemos en la granja como una fortaleza. El foso —distancia física, caminos controlados, cercas— marca la primera línea de defensa.

La localización de la explotación es, de hecho, la primera decisión de bioseguridad.

Idealmente, debería estar a una distancia considerable de otras explotaciones porcinas (se recomienda un mínimo de 3 km a 5 km para reducir el riesgo de transmisión aérea o por vectores voladores o rastreros) y de vías de alto tránsito de circulación.

Un cercado perimetral completo y bien mantenido es indispensable para:

Delimitar la propiedad.
Impedir la entrada de animales silvestres (como jabalíes, vector clave en la transmisión de enfermedades como la Peste Porcina Africana – PPA) y domésticos que puedan actuar como portadores de patógenos.

CONTROL DE ACCESOS: EL FILTRO HUMANO Y VEHICULAR

“El acceso a la granja debe ser un privilegio, no un derecho”.

Se debe limitar al máximo la entrada de personas y vehículos, y todo acceso debe ser registrado y seguir un protocolo estricto.

El personal y las visitas esenciales deben someterse a un riguroso protocolo de ducha y cambio a ropa y calzado de uso exclusivo de la granja.

Es fundamental establecer un periodo de vacío sanitario (generalmente 24- 48 horas) desde el último contacto con otros cerdos o explotaciones.

Los vehículos representan un vector de riesgo considerable.

Deben existir zonas de aparcamiento externas para visitas y para la descarga inicial de suministros.
Los vehículos que necesiten entrar en la zona limpia de la granja deben pasar obligatoriamente por un arco de desinfección que contacte con toda la superficie de este, haciendo hincapié en las ruedas y bajos con desinfectantes específicos y que puedan actuar en condiciones de alta cantidad de materia orgánica.

Es un ritual de segundos que ahorrará meses de dolores de cabeza y pérdidas económicas, ya que un solo camión puede introducir un patógeno capaz de diezmar un lote, y este al siguiente, y así sucesivamente. Ya saben, una vez que el patógeno entra, controlarlo resulta muy difícil.

INTRODUCCIÓN DE ANIMALES Y GENÉTICA: EL CABALLO DE TROYA

La entrada de nuevos animales en la granja es, sin duda, uno de los mayores riesgos sanitarios.

Cada cerdo entrante es un potencial “Caballo de Troya”, capaz de introducir enfermedades latentes o subclínicas que pueden pasar desapercibidas en una inspección superficial.

Es crucial limitar el número de granjas proveedoras y elegirlas con un estatus sanitario igual o superior al de nuestra propia explotación.

Una cuarentena estricta y aislada para todos los animales nuevos es innegociable, con chequeos serológicos y clínicos exhaustivos antes de su introducción al núcleo principal.

En cuanto a la genética, la adquisición de semen debe realizarse exclusivamente a centros de inseminación con las más altas garantías sanitarias. Y es que los mejores genes pierden brillo si llegan acompañados de PRRS, Circovirus o cualquier otra enfermedad que comprometa la salud y la productividad de la descendencia.

GESTIÓN DE SUMINISTROS Y RESIDUOS: LOS PUNTOS CIEGOS DEL FLUJO

El pienso y el agua son elementos vitales para la producción y también pueden ser vehículos insospechados de patógenos si no se manejan con la debida precaución.

Se debe trabajar con proveedores de confianza que garanticen la calidad y seguridad de sus productos.

Los silos de pienso y los depósitos de agua deben estar protegidos de la contaminación externa, con tapas seguras o lonas, filtros de aire adecuados y sistemas de ventilación que eviten la condensación, sobre todo de gases de productos biocidas, que son altamente perniciosos para la salud humana.

La retirada de cadáveres y purines, por su naturaleza, son operaciones de alto riesgo que requieren una planificación meticulosa y que deben realizarse desde puntos perimetrales de la granja, idealmente con contenedores o fosas accesibles desde el exterior de la explotación, pero nunca desde el acceso interno a estas.

  BIOSEGURIDAD INTERNA: EL ORDEN DENTRO DE LA MURALLA  

Una vez que las barreras externas están aseguradas, la bioseguridad interna se enfoca en limitar la propagación de aquellos patógenos que ya puedan estar presentes en la granja, o que hayan logrado sortear las defensas externas.

Nuestro lema debe ser “controlar el movimiento para proteger a los animales más vulnerables y evitar la recirculación de enfermedades”.

FLUJO DE PRODUCCIÓN “TODO DENTRO – TODO FUERA” (TD-TF): LA PIEDRA ANGULAR

Este sistema es la piedra angular de una bioseguridad interna efectiva y, a menudo, la medida más impactante en la reducción de la presión de posibles infecciones.

Consiste en manejar a los cerdos en lotes de la misma edad, moviéndolos juntos a través de las distintas fases productivas y, crucialmente, vaciando, limpiando y desinfectando completamente cada sala antes de la entrada del siguiente lote.

La secuencia es tan familiar como indispensable:

FLUJO DE PERSONAS Y MATERIALES: LA COREOGRAFÍA DIARIA

El trabajo diario dentro de la granja debe seguir un flujo lógico y unidireccional: desde las zonas más limpias y los animales más jóvenes (maternidades, transiciones) hacia las zonas más sucias y los animales de más edad (cebos).

¡Nunca a la inversa sin volver a pasar por las medidas de higiene requeridas!

“Pierdo tiempo”, dirá el operario novel, pero gana coherencia sanitaria y evita la diseminación de patógenos de áreas de mayor carga a áreas de menor carga.

Se deben usar materiales (botas, monos, herramientas) específicos para cada área, idealmente diferenciados por colores para una identificación rápida y visual.

El utillaje codificado y la señalética son detalles que marcan la diferencia: cubos y palas rojas para transición, azules para gestantes, verdes para cebo. Puede parecer un detalle menor, casi nimio, pero, créanme, cuando un brote de Lawsonia golpea, ese “arcoíris cromático” en las herramientas puede ser la diferencia entre un susto y un desastre.

MANEJO SANITARIO Y DE ANIMALES: MINIMIZANDO LA TRANSMISIÓN DE PATÓGENOS

Las prácticas de manejo diario tienen un impacto directo en la bioseguridad.

Minimizar el movimiento de lechones entre camadas (adopciones cruzadas), especialmente durante brotes de enfermedades como el PRRS, es fundamental para contener la diseminación.

El uso de agujas individuales por animal o, como mínimo, por camada, es una práctica esencial para evitar la transmisión iatrogénica de enfermedades.

La identificación temprana y el aislamiento de animales enfermos en enfermerías dedicadas, así como la correcta eliminación de cadáveres según los protocolos establecidos, son medidas preventivas clave para evitar la propagación de patógenos.

CONTROL DE PLAGAS: LOS INVASORES SILENCIOSOS

Un plan sistemático y proactivo para el control de roedores (Rattus rattus y Mus musculus), insectos (moscas, mosquitos, cucarachas) y aves silvestres, es vital.

Estas plagas actúan como vectores mecánicos y reservorios de múltiples enfermedades, transportando patógenos de un área a otra o incluso de granjas vecinas.

La implementación de cebos rodenticidas en estaciones seguras y siempre ajustadas al tipo de especie que tenemos en la explotación (no todas las trampas se deben o pueden colocar en el suelo, los pasillos y cerca de las tolvas, sino por el lugar de paso, aunque también pueden colocarse en alto, por ejemplo, en tuberías aéreas o cables eléctricos), las trampas de insectos, las mallas pajareras en ventanas y aberturas, y programas de control de vectores debe ser constantes y adaptados a las condiciones estacionales y microambientales de la granja.
En esta primera parte hemos recorrido las claves de la bioseguridad externa e interna, entendida como la auténtica fortaleza que protege frente a la entrada de agentes infecciosos y limita su propagación dentro de la granja. Desde la ubicación estratégica y el control de accesos hasta la gestión de suministros, flujos de animales y personas o el control de plagas, se ha puesto de manifiesto que la disciplina no es un mero protocolo, sino la columna vertebral de la sanidad y la rentabilidad.

En la segunda parte daremos un paso más allá para adentrarnos en los rincones menos evidentes: los reservorios ocultos donde los patógenos encuentran refugio y desde los que pueden comprometer todo el esfuerzo previo.

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