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Cuando el calor aprieta, la productividad flaquea: soluciones frente al estrés térmico

El estrés por calor representa uno de los mayores retos para la producción porcina, especialmente durante los meses más cálidos del año.

Las altas temperaturas no solo afectan al bienestar de los animales, sino que también tienen un impacto directo en su rendimiento productivo, comprometiendo áreas tan relevantes como el crecimiento, la reproducción y la calidad de la canal.

Para afrontarlo con eficacia, es necesario adoptar una estrategia transversal que combine la nutrición, el manejo y la adaptación del entorno.

Alteraciones fisiológicas y consecuencias productivas

Cuando los cerdos se ven expuestos a temperaturas superiores a su zona de confort térmico, activan mecanismos como el jadeo o la vasodilatación para disipar el exceso de calor. Sin embargo, estas respuestas fisiológicas, si se prolongan en el tiempo, resultan insuficientes y generan desequilibrios metabólicos importantes.

Uno de los más significativos es la reducción del consumo voluntario de pienso, lo que repercute negativamente en la ganancia media diaria y en la conversión alimentaria.

Este descenso en la ingesta es una de las razones por las que el crecimiento de los animales durante el verano suele ser más lento, requiriendo una revisión específica del manejo nutricional para mantener los objetivos productivos.

Además de afectar al crecimiento, el estrés térmico puede tener efectos más profundos y duraderos, especialmente si se produce durante la fase de gestación.

La exposición prolongada al calor reduce el flujo sanguíneo uterino y puede alterar el entorno endocrino, lo que afecta directamente a la viabilidad embrionaria y al correcto desarrollo fetal.

Estas alteraciones se asocian con un mayor riesgo de reabsorciones, menor número de lechones nacidos vivos y mayor variabilidad dentro de la camada, así como con un aumento en la incidencia de bajo peso al nacimiento, tal y como se ha observado en situaciones de estrés térmico intrauterino.

Impacto en la reproducción y calidad seminal

Los efectos del calor sobre la fertilidad también se manifiestan en los verracos, que  pueden sufrir alteraciones significativas en la calidad del semen, incluyendo:

Menor concentración espermática

Reducción de la motilidad

Mayor porcentaje de espermatozoides anormales

Esta situación compromete los resultados reproductivos de la granja, especialmente cuando coincide con momentos clave del calendario productivo o con una alta demanda de dosis seminales.

La exposición al calor en machos reproductores puede disminuir la fertilidad durante varias semanas, incluso después de que la temperatura ambiente vuelva a ser adecuada, lo que refuerza la importancia de aplicar medidas preventivas durante todo el verano.

En las cerdas reproductoras, la hipertermia puede alterar la implantación del embrión y el equilibrio hormonal necesario para el mantenimiento de la gestación.

El estrés térmico durante las primeras fases gestacionales se asocia a una menor tasa de retención embrionaria y a camadas menos uniformes, debido en parte a una alteración en la síntesis de prostaglandinas y cambios en la expresión génica en el útero.

La importancia del ambiente en la sala de partos

Durante el parto, el control ambiental cobra una relevancia aún mayor.

Las altas temperaturas en esta fase no solo incrementan el riesgo de mortalidad neonatal, sino que también condicionan el comportamiento de la cerda, que puede mostrarse más inquieta y reducir su ingesta de alimento, lo que afecta a la producción de calostro y leche.

El estrés calórico en la sala de partos se asocia con una mayor incidencia de aplastamientos y dificultades en la termorregulación de los lechones, lo que incrementa la tasa de bajas en los primeros días de vida.

Efectos a largo plazo: canal y rendimiento

El estrés por calor durante la gestación no solo influye en el momento del parto o en las primeras etapas de vida del lechón, sino que puede dejar una huella duradera sobre su rendimiento posterior.

Se ha observado que los cerdos nacidos de cerdas expuestas a altas temperaturas durante la gestación presentan canales menos homogéneas, menor porcentaje de magro y una mayor variabilidad individual, lo que repercute negativamente en el rendimiento en matadero y en la rentabilidad final del lote.

Esta relación entre estrés gestacional y calidad de la canal ha sido documentada en trabajos centrados en la progenie de cerdas afectadas por calor.

Claves para detectar y actuar a tiempo

La detección precoz del estrés por calor es fundamental para poder actuar antes de que se produzcan pérdidas importantes.

Entre los signos clínicos más habituales se encuentran:

El jadeo

La búsqueda de zonas frescas

El aumento del consumo de agua

La reducción de la actividad general

Los cambios en el patrón de alimentación, con mayor actividad durante las horas más frescas del día

Además de observar los signos externos, resulta útil entender cómo los ritmos biológicos del cerdo pueden influir en su capacidad de adaptación al calor.

Respetar sus ciclos naturales de actividad y descanso, así como adaptar el manejo a estos ritmos, puede contribuir a reducir el impacto del estrés térmico y mejorar el bienestar general de los animales.

Medidas de manejo y climatización

Una de las herramientas más efectivas frente al estrés térmico es la adecuación del entorno mediante sistemas de climatización eficientes.

La ventilación natural puede resultar insuficiente en muchos casos, por lo que conviene implementar soluciones como la ventilación forzada, la refrigeración evaporativa o el aislamiento de cubiertas y paredes para mantener una temperatura más estable dentro de las instalaciones.

El control ambiental debe ir acompañado de un manejo cuidadoso, que incluya:

la reducción de densidad animal

La programación de tareas en las horas más frescas

El suministro de agua fresca en todo momento.

Estos ajustes, aunque sencillos, pueden marcar una gran diferencia en la respuesta de los animales al calor.

Ajustes nutricionales estratégicos

Desde el punto de vista nutricional, es imprescindible adaptar la formulación de las dietas para compensar la menor ingesta y reducir la producción endógena de calor durante la digestión.

Una de las estrategias más empleadas es el aumento de la densidad energética mediante el uso de grasas de alta digestibilidad, que generan menos calor metabólico que los carbohidratos.

Asimismo, la inclusión de aditivos funcionales como antioxidantes, acidificantes o electrolitos puede mejorar la tolerancia al calor y favorecer el equilibrio homeostático.

Los reproductores también requieren ajustes nutricionales, especialmente en momentos críticos como la cubrición o el final de la gestación.

La elección de materias primas con buena palatabilidad, una correcta suplementación mineral y la distribución del alimento en varios momentos del día son claves para mantener su rendimiento.

Hacia una estrategia integral

La mitigación del estrés por calor en porcino no depende de una única solución, sino de la combinación inteligente de múltiples factores.

Resulta fundamental actuar sobre el ambiente, ajustar el manejo y optimizar la nutrición para mantener a los animales dentro de su zona de confort térmico.

Incorporar herramientas como la ventilación adecuada y la refrigeración evaporativa permite crear un entorno más favorable para los animales.

Del mismo modo, adaptar las dietas e incluir ingredientes de alta digestibilidad y valor biológico se traduce en un mejor aprovechamiento de los nutrientes, incluso con menor ingesta. Además, comprender los ritmos biológicos y adaptar el trabajo en la granja a ellos puede mejorar la eficiencia productiva de forma sostenible.

En definitiva, el estrés por calor en porcino debe ser abordado desde una perspectiva multifactorial, que tenga en cuenta tanto las necesidades fisiológicas del animal como las limitaciones del entorno productivo. Solo así será posible minimizar su impacto y asegurar una producción rentable, sostenible y respetuosa con el bienestar animal.

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