Yo soy un virus con un gran historial a mi espalda. Miembros de mi familia habían logrado grandes éxitos infectantes.
Mi abuelo había conseguido que se cerraran las fronteras de todo un país, ya que sus vecinos tenían miedo al contagio. Mi hermano se metió en un avión y llegó hasta una isla donde se hizo el amo y consiguió, él solito, que desaparecieran tres especies de animales.
Aunque sin duda, el héroe de la familia es mi tío, que en solo dos semanas supo infectar a toda el condado de Airun.
Había llegado mi momento…para pasar a ser inmortal y aparecer en todos los libros tenía que pasar la prueba, entrar en esa granja de cerdos y dominarla. Por lo que me habían dicho en mis clases de Infectología eso era cada vez más fácil… Recuerdo al profesor “Muerte” diciendo que la proliferación de explotaciones, ante la demanda del mercado, hacía que todo valiese.
Las medidas que los granjeros llamaban bioseguridad se relajaban. No sabían con quién se la estaban jugando… Llegar a las puertas no fue difícil porque hoy en día hay montones de vehículos que se mueven de una a otra granja. Pero resulta que no es tan sencillo entrar como yo pensaba, porque los camiones que llegan hasta allí no entran dentro del vallado.
El que lleva el pienso tiene un tubo largo que llega hasta los silos que están al otro lado de la valla. Así que es imposible pasar por allí. El tractor que va a recoger el purín no se acerca porque la fosa donde lo almacenan está también fuera del recinto de la granja. Incluso se va por otro camino… Mi última esperanza era ese camión maravilloso que va recogiendo cadáveres de granja en granja.
Pero resulta que tampoco entra dentro del vallado. Los contenedores de la granja están cerca de la fosas de purines y la zona la limpian y desinfectan cada vez que hay una recogida.
Además, ahora están comentando que van a instaurar un sistema de destrucción de cadáveres basado en la hidrólisis natural de los mismos en unos enormes contenedores que se cierran y durante tres meses no se tocan, con lo que se reduce el número de visitas de este camión de recogida. Bueno, ¡me gustan las dificultades!
Observé que los veterinarios -como controlan la sanidad de varias granjas tienen que moverse de una a otra, lo que facilitaría mi invasión… me subí a su coche, pero al llegar resulta que no se podía entrar dentro del vallado, ya que los coches aparcan fuera. Si quería pasar esas puertas siempre cerradas, la solución era ponerme en la manecilla de la puerta y cuando cerrara el conductor, acomodarme en su mano y asi entraría.
Pero resulta que éstos, una vez dentro, dejaban la ropa en el vestuario que llaman “zona sucia” y por si has podido esconderte en algún rincón tienen la mala idea de no solo lavarse las manos, sino ducharse con agua caliente y jabón. Y frotar. iAsí no hay quien aguante!
Y después se van a la zona que llaman limpia y allí se ponen ropa y botas de esa granja, con lo cual no hay forma de invadir. Volví a salir y pensé en otras opciones… Recordé aquellas lecciones sobre medios de transporte y, viendo la cantidad de animales que vivían alrededor de la granja, supuse que cualquiera de ellos me ayudaría.
Pero resulta que como las instalaciones estaban bien conservadas, no era fácil encontrar comida y agua que se cayese de un silo o una tolva, así que la mayoría de animales ni se planteaban entrar. Por lo que esperé a que alguno se animase por curiosidad.
Entonces pensé en otros animales más pequeños. Un pájaro sería una forma elegante de llegar, como el avión que invadió mi abuelo. Pero pasó lo mismo, que todas las ventanas tenían una red que no dejaba entrar. Así que idea fallida. No podrían con mi ímpetu.
Allí estaban esos roedores destructores, de familias infinitas que necesitaban conquistar nuevos territorios. Pasamos la valla pero entre que el perímetro de las naves estaba tan limpio y que el granjero se preocupaba periódicamente de revisar cualquier grieta que se hiciese, allí no había dónde esconderse.
Y para colmo de males, se empeñaban unos tipos especializados en la lucha contra roedores en dejar escondidas unas comidas que sentaban fatal a mis medios de transporte y me quedé sin forma de invasión. Aún me quedaba algún as bajo la manga.
El camión que venía a traer y llevar cerdos. Ése sería mi aliado. Costó entrar porque nada más abrir la puerta nos esperaba un baño para las ruedas con un producto letal, que me hizo huir a la zona de la cabina.
Yo estaba sobre el transportista y a éste no se le ocurre otra idea mejor que cambiarse de ropa y botas y ponerse una limpia que le dieron en la granja. Es igual. Me escondí en su pelo. Y conseguí escapar del gorro limpio que llevaba, pero es que no entró en la granja en ningún momento porque los animales se los acercaban los propios granjeros. Entonces salté a la jaula.
La solución era subirme a uno de esos cerdos que venía hacia mí y en cuanto se subió al camión me lancé sobre él. Él entendió mi idea y se dio la vuelta para volver de nuevo para dentro de la granja, pero no pudo pasar porque el cargadero tenía una valla que impedía que retornase. Me lo estaban poniendo imposible.
Así que decidí tirar la toalla e irme a invadir otros territorios porque según oí en la radio, se habían unido los veterinarios, la Administración, los granjeros y las integradoras, y todas estas medidas eran generales en todas las granjas… había llegado un poco tarde. iMaldita bioseguridad! Ahora vivo tranquilo y estoy pensando en invadir lugares menos limpios que esas granjas de cerdos que antes eran nuestro paraíso, pero ya no lo son….Se me ocurren otros lugares, je,je,je.