Según datos del Eurobarómetro[1], el 94% de los españoles considera importante o muy importante proteger el bienestar de los animales en las granjas. La misma encuesta refleja que a siete de cada 10 españoles les gustaría tener más información sobre las condiciones en las cuales se tratan a los animales en las granjas de nuestro país. El bienestar animal, pues, está muy presente en la mente de los consumidores a la hora de comprar.
Un tema que en los últimos meses ha saltado al foco mediático. Pero ¿qué es el bienestar animal? “El bienestar animal es un estado correcto de salud física y mental”, sintetiza ante la complejidad de la pregunta Toni Dalmau, investigador del programa de Bienestar Animal del IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias), en el podcast de divulgación veterinaria ‘Con V de Vet’ de MSD Animal Health.
Desde hace años, legisladores, veterinarios, investigadores, organizaciones y ganaderos trabajan codo con codo en el desarrollo e implementación de las normativas de bienestar animal. “Como sociedad, es nuestra obligación que los animales en Europa estén criados en unas condiciones adecuadas”, indica Dalmau, licenciado en veterinaria por la Universidad Autónoma de Barcelona.
“El veterinario tiene una función primordial porque es la persona que se ha formado para entender al animal”, afirma el experto. Aunque, continúa, aún queda camino por recorrer: “El veterinario tendrá que hacer el salto que se ha hecho en la medicina humana que hace años era de salud física. Con los años ha ido teniendo más importancia la mental hasta el punto de que hoy en día entendemos que la salud mental es tan o más importante que la salud física”.
Dalmau, que es diplomado europeo en Bienestar Animal, Ética y Leyes, reconoce la dificultad de asegurar el bienestar animal. Y para justificarse, ejemplifica: “A pesar de todas las leyes existentes, no hemos logrado aún asegurar el bienestar humano porque es muy complejo. Con los animales ocurre lo mismo, no se puede asegurar algo tan complejo como el bienestar animal”.
Sin embargo, indica, sí es posible establecer medidas destinadas a mejorar el bienestar de los animales, identificando y trabajando sobre factores de riesgo y monitorizando posteriormente el resultado de estos directamente en el animal mediante indicadores de todo tipo. “Si una vaca tarda más de seis segundos en tumbarse significa que algo va mal”, ilustra.
El papel de los consumidores
Dalmau tiene claro que “el ganadero es el primer interesado en tener altos estándares de bienestar animal. Cuanto más altos, más productividad y menos problemas va a tener”. Eso sí, a medida que se incrementan las mejoras en bienestar animal aumentan los costes de los productores que “en una primera fase los cubre el animal porque va a producir mejor”.
Sin embargo, llega un momento en el que los costes sobrepasan los beneficios productivos del propio animal. Es aquí donde entra la figura del consumidor. “Si como sociedad apretamos para mejorar el bienestar animal, pero como consumidores vamos a precio y no tiramos del ganadero para que avance, al ganadero le vamos a hacer un sándwich”, advierte Dalmau.
Para desencallar esta situación, el consumidor deberá contar con los certificados en bienestar animal, etiquetas cada vez más presentes en los productos cárnicos que nos encontramos en los supermercados. “El gran objetivo es ayudar a que el consumidor con su elección pueda tirar de las mejoras en bienestar animal”, según Dalmau. Una evolución que tiene que ser continua. “De tal manera que las mejorías que en 2022 aplicamos en las granjas van a ser distintas y menores que las que vamos a pedir en 2030 y 2040”, apunta.
Por último, el investigador diferencia sobre los tipos de consumidores que nos podemos encontrar: “Ese consumidor que el día uno quiere que todo sea perfecto, curiosamente es el mismo consumidor que no va a pagar para mejorar las cosas en bienestar animal. Tenemos que entender la diferencia entre un ciudadano no consumidor y un consumidor activo que te va a ayudar a tirar para adelante”.