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El uso de vacunas orales para el control de la DPD: Necesarias y rentables

L os productores de ganado porcino se enfrentan actualmente a numerosos desafíos dentro de un mercado de exportación. Algunos aspectos como el uso racional de los antibióticos, han adquirido una relevancia trascendental para el sector.

En el último año, la aplicación de diversas medidas preventivas y de control de la diarrea postdestete (DPD), ha protagonizado buena parte de los esfuerzos que los técnicos de las empresas de producción han llevado a cabo para mejorar la salud de los animales.

Las vacunas vivas orales frente a la DPD constituyen una de las herramientas más novedosas para dicho fin.

La vía oral ha demostrado ser muy eficaz para la inmunización frente a E. coli. Se calcula que el 70% del tejido linfoide del animal está asociado al aparato digestivo, ya que ésta es una habitual vía de entrada de patógenos al organismo (Chase, C. 2015).

La respuesta inmune local, en este caso, es crucial a la hora de defender al animal mediante las inmunoglobulinas A, responsables de la inmunidad de mucosas, y esta aplicación oral las estimula de forma muy eficiente.

De su empleo en los últimos tiempos se han podido sacar diferentes conclusiones, y los veterinarios han ido comprobando las mejores prácticas para poder obtener el máximo beneficio de su uso, como repasaremos a continuación.

 

¿Puedo utilizar vacunas orales en mi granja?

A diferencia de otras medidas, el uso de vacunas vivas orales es eficaz frente a los patógenos que incluya y no frente a todos los posibles.

Un correcto diagnóstico es necesario en la explotación previo a su empleo. El diagnóstico de Escherichia coli y la identificación de sus patotipos y virotipos es sencillo y accesible (Luppi, A 2017).

La presencia de otros posibles agentes causales como Rotavirus, es habitual en numerosas de ocasiones (Halaihel, N. 2010), aunque su efecto patógeno no sea tan importante.

El uso de técnicas de cuantificación, como algunas qPCR, o el estudio histopatológico de muestras de intestino pueden esclarecer las dudas sobre su papel patógeno.

 

¿Son productos exclusivamente indicadas para granjas muy problemáticas?

Escherichia coli es un patógeno terriblemente frecuente en las granjas de porcino (Pérez, L. 2016).

De hecho, en la mayoría de las explotaciones se toman medidas frente al mismo, como el uso del óxido de zinc o medidas nutricionales (Hidalgo, A. et al 2015).

El abanico de usos de este tipo de producto va mucho más allá del ámbito de las granjas muy problemáticas y puede ser la principal medida de control de la DPD.

Puede permitir variar la política nutricional y exprimir al máximo la rentabilidad de nuestras explotaciones.

 

¿Cuándo y cómo aplicar las vacunas orales?

En estos dos aspectos radican gran parte de las claves del éxito que podamos obtener.

Al emplear las vacunas orales debemos anticiparnos a la aparición habitual de la diarrea, ya que la respuesta inmune necesita un tiempo para ser efectiva. Deberemos tener en cuenta la edad mínima de aplicación y, con todo ello, determinar el momento óptimo de vacunación.

 

 

 

Entre los modos de uso encontramos dos:

  APLICACIÓN ORAL INDIVIDUAL  

Mediante el uso de aplicadores se vacunan individualmente los animales. Este método es generalmente empleado en lechones lactantes.

  APLICACIÓN EN AGUA DE BEBIDA  

El producto se añade al agua de bebida y los animales lo ingieren con normalidad.

Esta vía es la que menos labor requiere, aunque debemos asegurarnos de que los animales tomen el producto en un tiempo determinado. Si dicho margen es corto, corremos el riesgo de que haya bastantes animales sin ingerir el producto (Johnson AK et al 2007), y si es muy amplio la vacuna puede perder viabilidad.

Probablemente, este método es el más empleado actualmente ya que el tamaño de las granjas genera un número semanal de lechones muy elevado.

Es preferible administrarla en platos o en depósitos de agua de bebida. Los sistemas de medicación por inyección generalmente nos obligan a utilizar soluciones madre muy concentradas y su uso puede ser más complejo.

 

Qué puede interferir con una correcta inmunización?

Al llegar al intestino, las cepas vacunales se unen a los receptores mediante las fimbrias, donde comienzan a multiplicarse y a excretarse. Aunque carecen de efecto patógeno, el organismo genera una fuerte reacción inmunológica que protege frente a diversas cepas patógenas naturales.

 

Por ello, una de las claves del éxito de estos biológicos consiste en que nos aseguremos de la viabilidad y conservación de los agentes vacunales, ya que deben permanecer vivos para generar su efecto.

Debemos comprobar el uso de posibles sustancias que interfieran con la supervivencia de la vacuna. A día de hoy, es frecuente el uso en transición de ácidos, cloro o antibióticos que pueden inactivarla.

Ciertos protectores (Belanger, L. et al 2017) o la leche en polvo desnatada, han demostrado ser excelentes medidas para inactivar los derivados del cloro y su uso está siempre recomendado antes de reconstituir la vacuna y respetando su tiempo de actuación.

Si la acidificación del agua es muy acusada, o las terapias antibióticas así lo indican, puede ser más segura la aplicación temprana en lactación, donde su uso es menos habitual.

 

¿Qué debo esperar del empleo de la vacuna?

Obviamente, el objetivo fundamental debe ser el control de la DPD y esperaremos los beneficios propios de tal hecho (Piqué, F.J. et al. 2018).

El mecanismo de acción en estos casos es doble:

Esto último puede hacer que el efecto sea mayor en posteriores lotes.

En granjas con acusada problemática o malas condiciones ambientales, puede complementarse con otras medidas nutricionales, acidificación de agua, antibioterapia o medidas ambientales, siempre valorando su compatibilidad.

Principalmente, se aprecia reducción de la diarrea, así como de la mortalidad asociada a E. coli (Gin, T. et al 2018).

En numerosos casos, esto revierte en una mejora sensible de los principales parámetros productivos de la explotación, como ganancia media diaria, peso de salida de la explotación e índice de conversión (Vangroenweghe, F. et al 2018).

Es factible un menor gasto en medicación tanto aquella empleada para tratamiento de la DPD como en ocasiones la empleada para otras patologías (Vangroenweghe F et al. 2018), lo cual es muy importante ya que el uso racional de los antibióticos debe ser una prioridad.

Estos efectos positivos en transición pueden tener una importante repercusión en fases posteriores como el engorde. Algunas experiencias han demostrado un mejor rendimiento en la fase de cebo como consecuencia de un buen arranque en el postdestete (Vangroenweghe F et al. 2017). Esto tiene una repercusión económica muy importante en la cuenta de explotación.

Por todo ello, las vacunas orales frente a la DPD constituyen una herramienta de gran valor para el control de dicha patología en las granjas de porcino.

Es fundamental el papel de los veterinarios para su correcta inclusión en los protocolos vacunales y, al ser una patología multifactorial, es muy conveniente una correcta coordinación de manejo y nutrición para obtener el éxito deseado.

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