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EDITORIAL Julio 2025 – Nutrir lo invisible

La nutrición, en su sentido más puro, es un acto de fe. Alimentar es confiar en que lo que no se ve…

Lo que ocurre durante el tránsito intestinal, lo que desencadena una molécula al llegar al receptor adecuado, lo que despierta una señal en una célula inmunitaria o reproduce el ritmo cíclico de una hormona se transforma en algo tangible: crecimiento, salud, vida.

Alimentar también es un arte que ha dejado de ser intuitivo. Ya no basta con conocer los ingredientes, ni siquiera con formular en base a requerimientos teóricos.

En un contexto de producción intensiva, selección genética exigente, presión sanitaria creciente y recursos finitos, la nutrición se convierte en una disciplina que se entreteje con la inmunología, la microbiología, la endocrinología, la bioquímica o incluso la inteligencia artificial.

¿Dónde empieza y dónde acaba hoy la nutrición? ¿Dónde trazar la frontera entre lo que es alimentar y lo que es modular, prevenir o tratar?

Asistimos a una era en la que un ajuste milimétrico de la capacidad buffer de una dieta puede definir la supervivencia digestiva de un lechón recién destetado. En la que ciertos extractos vegetales, elegidos con precisión, son capaces de reequilibrar ejes hormonales en cerdas hiperprolíficas. En la que la variación del aporte energético en la fase de cebo no solo se refleja en la grasa dorsal, sino en el diálogo molecular entre músculo y metabolismo.

 

No es casual que los avances más relevantes en patología entérica, inmunización o longevidad reproductiva nos remitan, directa o indirectamente, a decisiones alimentarias.

Cada nuevo conocimiento sobre la microbiota, la respuesta inmunitaria o la salud podal nos devuelve al mismo punto de partida: la nutrición como eje central de la fisiología, como herramienta preventiva, como variable crítica de la eficiencia y bienestar.

Pese a la complejidad, hay algo profundamente humano —y casi poético— en seguir formulando raciones. En diseñar curvas de alimentación que se adapten no solo al día del ciclo productivo, sino al ritmo circadiano del animal. En confiar en que la precisión de una máquina puede acercarse, por fin, a las necesidades reales de cada cerda. En descubrir que una simple molécula vegetal puede restaurar un equilibrio roto por el estrés oxidativo.

Este número especial de porciSapiens no es una recopilación de soluciones, sino una invitación a mirar más de cerca. A no perder de vista que cada dato, cada ajuste, cada formulación tiene detrás una fisiología viva, vulnerable y asombrosamente compleja.

Nutrir es cuidar sin ver, modular sin imponer, acompañar sin interferir. Nutrir es, en definitiva, la forma más elegante de dialogar con la biología.

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