“One Health, Una Sola Salud” es un concepto que en los últimos años se nos ha ido grabando a fuego y que forma ya parte de nuestro vocabulario cotidiano.
Más allá del ámbito profesional, nuestra sociedad se ha ido concienciando del hecho de que vivimos en un mundo en el que todo está conectado y que las barreras imaginarias que habíamos establecido para acomodar nuestra visión antropocéntrica de la vida dista mucho de la realidad.
Nuestras acciones, directa o indirectamente, tienen un gran impacto en el mundo que nos rodea y cuando ese mundo es “invisible” las consecuencias pueden ser devastadoras.
El descubrimiento de los antibióticos fue uno de los mayores milagros de la medicina, la bala mágica para hacer frente a multitud de enfermedades letales. Sin embargo, caímos en el error de abusar de ellos, dilapidando su poder en situaciones en las que no eran necesarios, no estaban indicados o había otras opciones menos atractivas, pero igualmente eficaces, para hacer frente al mismo problema.
El uso desmedido de los antibióticos ha conducido a lo que ya nos vaticinaban los expertos, la aparición y propagación de bacterias multirresistentes frente a las que ya ni con los arsenales más potentes podemos combatir.
Ante este escenario, nos encontramos en una encrucijada. Luchar o dejarnos vencer, dos opciones, pero solo una válida. Preservar la eficacia de los antibióticos es la prioridad número uno para la comunidad sanitaria y del éxito de sus acciones dependerán las generaciones venideras.
Sabemos que el sector ganadero no es la única causa del problema de las resistencias antimicrobianas, pero, sin duda, es parte de la solución.
¿La clave? SER CONSTANTES
En el día a día, es frecuente dejarse llevar por la rutina. Los hábitos, esos procesos cognitivos que se inician de forma espontánea y se repiten automáticamente como resultado de una experiencia previa, nos permiten funcionar sin pensar demasiado, liberando a nuestro cerebro para que pueda dedicarse a otros menesteres. Sin embargo, con el paso del tiempo se van adquiriendo hábitos indeseables que suelen acabar tan arraigados que se siguen llevando a cabo, aunque ya no resulten beneficiosos.
En el ámbito de las explotaciones porcinas, sabemos que es necesario poner en práctica nuevas formas de trabajar que minimicen el estrés, maximicen el Bienestar Animal y prioricen la prevención a través de la bioseguridad, la higiene y la vacunación, dejando los antibióticos para aquellos casos en los que realmente están justificados.
Romper con los hábitos indeseables no es sencillo, pero aquella frase de “siempre lo hemos hecho así”, ya no es aceptable. Instaurar nuevas rutinas de trabajo requiere de fuerza de voluntad y que los implicados visualicen el objetivo como propio.
Por suerte, los seres humanos contamos con el poder de la neuroplasticidad autodirigida, es decir, podemos, consciente y deliberadamente, formar nuevas redes neuronales o modificar las existentes a cada instante como resultado de la interacción con el entorno. Con el paso del tiempo, estas redes se acaban consolidando en la forma de nuevos hábitos deseables en nuestro día a día.
Vemos así que, aunque en un principio implementar nuevas rutinas de trabajo en las granjas pueda resultar un tanto engorroso, si se hace de forma sistemática y estructurada, creando hábitos positivos que sustituyan a los que son contraproducentes, es posible alcanzar los objetivos propuestos en el marco global de One Health.
El sector porcino, lejos de achantarse ante el gran reto de las resistencias antimicrobianas, se ha puesto manos a la obra, rompiendo con esos hábitos infructuosos y demostrando que, con compromiso y responsabilidad, es posible mantener la productividad y rentabilidad de las granjas a pesar de prescindir del uso profiláctico de los antibióticos y del óxido de zinc.
Los logros de nuestro sector no son fruto del azar, sino del esfuerzo de todos y cada uno de los profesionales que han asumido su parte de responsabilidad, construyendo el camino hacia un objetivo común con la caja de herramientas multidisciplinar de la ciencia y, quizá lo que es más difícil, trabajando cada día con constancia con la mirada puesta en el largo plazo. |