El tiempo pasa inexorablemente para todos. Si bien, en sentido general, se trata de una magnitud física que permite medir y ordenar objetivamente una secuencia de sucesos, lo cierto es que el paso del tiempo está sujeto a la realidad subjetiva de quien lo percibe. Así, un instante puede parecer dilatarse eternamente, mientras que meses y años pasar volando, quedando reducidos a meros fotogramas para el recuerdo.
La percepción del paso del tiempo tiene un papel fundamental en la supervivencia de los organismos vivos, no solo a nivel consciente, sino a nivel celular donde entran en juego los relojes biológicos controlados por moléculas específicas que sincronizan la actividad de células en respuesta a señales procedentes del medio externo.
En este sentido, todos los seres vivos, incluidos los cerdos, se rigen por la periodicidad de los ritmos circadianos (24 h), ultradianos (<24 h) e infradianos (>24 h).
Quizá el ritmo más sonado sea el circadiano. ¿Quién no ha experimentado el desajuste fisiológico que conlleva viajar en el tiempo atravesando distintos husos horarios o, en el caso de los menos viajeros, pasar del horario de verano a invierno (o viceversa)? Y es que los cambios de horario afectan, en mayor o menor medida, a todos los organismos vivos. De hecho, tal es el impacto de la desincronización circadiana que los turnos de trabajo rotativos son considerados carcinógenos por sus efectos disruptivos sobre la fisiología celular.
Nos guste o no, las rutinas aportan paz y tranquilidad a la maquinaria celular. Por ello, sería interesante indagar en los mecanismos moleculares implicados en la sincronización de las funciones biológicas de los cerdos y los factores relacionados con el manejo que pueden alterarlos, conduciendo en última instancia a una mayor susceptibilidad a enfermedades, pérdida de productividad, fallos inmunitarios, fallos reproductivos, etc.
Por ejemplo, sabemos que los patrones de consumo de alimento en los cerdos se caracterizan por picos puntuales a lo largo del día. Sin embargo, estos patrones pueden verse modificados por estresores externos, ocurriendo más picos durante la noche en respuesta al exceso de calor o para evitar la competencia con los compañeros de corral. Por ello, la detección de desviaciones en los patrones de consumo es ya una forma práctica y útil para ponernos en alerta cuando algo anda mal.
Estudiar en profundidad los ritmos biológicos de los cerdos, especialmente con la irrupción de las nuevas tecnologías de ganadería de precisión, nos puede llevar un paso más allá para aprovechar mejor sus ritmos biológicos naturales, ajustando mejor nuestros manejos, planes vacunales y programas nutricionales a lo que su fisiología espera y necesita, es decir, una producción porcina en sintonía con las características biológicas de unos animales que tienen aún un enorme potencial por desarrollar. |
Con estas reflexiones temporales ponemos en marcha el reloj y les invitamos a ir más allá y descubrir qué más tiene que ofrecer la cronobiología al sector porcino…