Los datos estadísticos reflejan como el sector porcino va a vivir unos años de tensión intentando balancear la el precio de la carne de cerdo en función de la producción por el consumo. Se prevé, tal como apunta Rabobank, que a lo largo de los próximos seis meses no se registrarán unos adecuados márgenes de beneficio en el mercado de carne de cerdo.
España depende del maíz de Ucrania para la alimentación de los puercos, de modo que el aumento en los costes de alimentación conlleva a la contracción de la oferta. Adicionalmente, los costes de la alimentación estructural del sector español, en comparación con los del resto de Europa, siempre han sido bastante más levados. El estudio de la entidad financiera holandesa resume que los precios van a permanecer altos para todo el continente hasta la mitad de 2023.
La presión puede variar en función de la granja en función del modelo de fijación de precios desarrollado. Aquellas que tengan una fijación de precios de costo incrementado podrán gestionarlo de forma más llevadera. Sin embargo, se espera que España pueda aventajarse en materia de costes. El motivo es que algunos servicios se están desplazando al comercio minorista.
Esta problemática en el precio de la carne de cerdo no afecta solo a España, el siguiente país que sigue en dependencia de maíz ucraniano es Países Bajos. El cerdo debería costar 68 euros para acercarnos a una situación de equilibrio. Otro ejemplo es el de Reino Unido, que experimentó una reducción de la carne de cerdo de un 2,5% durante los primeros meses de 2022. La inflación máxima de la carne porcina en Europa tuvo lugar en abril de 2022 con un 7,4%.
Finalmente, esta situación podría desencadenar una reducción en el consumo de carne de cerdo y una doble pérdida de ganancias para los productores. Esto supondría un problema para la industria ganadera, porque las granjas son un negocio a largo plazo que requiere 20 años para redimirse y generar un Retorno de Inversión (ROI) beneficioso.