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Reducción de emisiones en el sector porcino – ¿En qué lugar estamos?

Escrito por: Daniel Babot - Universitat de Lleida , Fernando Estellés - Ingeniero Agrónomo, Investigador y Profesor Titular de la Universitat Politécnica de Valencia Instituto de Ciencia y Tecnología Animal – Universitat Politècnica de València , Salva Calvet - Universitat Politècnica de València

LA NECESIDAD DE REDUCIR LAS EMISIONES

Durante las últimas dos décadas ha aumentado la relevancia otorgada a las emisiones procedentes de la ganadería como parte fundamental de su sostenibilidad.

El sector porcino, en particular, ha visto cómo la normativa que lo ordena ha pasado de apenas mencionarlo (R.D. 324/2000) a exigir importantes reducciones de emisiones en las instalaciones ganaderas (R.D. 306/2020).

Estas obligaciones de reducción se aplican de una u otra forma a las producciones ganaderas intensivas en los mayores productores ganaderos de la Unión Europea.

Los productores de ganado porcino son probablemente los ganaderos que más esfuerzos han realizado hasta el momento para reducir sus emisiones, pues la cría intensiva de cerdos es una actividad regulada desde hace unas dos décadas por la antigua Directiva IPPC de 1996.

Como consecuencia, la eficiencia productiva ha mejorado de forma considerable en los últimos años en términos ambientales y se ha logrado reducir la emisión por animal producido año tras año.

Sin embargo, también es cierto que debido a su gran volumen de producción, el global de emisiones que produce el sector porcino sigue siendo muy elevado.

En concreto, de las granjas porcinas sale aproximadamente el 16% del amoniaco (NH3) emitido a la atmósfera a nivel nacional (Figura 1), y el metano producido por el purín supone cerca del 2% del total de gases de efecto invernadero (unos 6 millones de toneladas de CO2 equivalente) según el inventario de emisiones español.

En definitiva, es necesario reducir aún más las emisiones, no sólo como una imposición normativa, sino por la propia responsabilidad del sector con su entorno.

Ante el reto de reducir más drásticamente estas emisiones, es necesario [registrados]revisar la situación actual y las herramientas disponibles para alcanzar estos objetivos.

Para ello, conviene identificar dónde confluyen el conocimiento científico, el desarrollo tecnológico, el desarrollo normativo y la aplicación práctica, en lo referente a la reducción de emisiones.

Eso es precisamente lo que pretende la “Guía sobre reducción de emisiones” recientemente publicada por Interporc. Destacamos a continuación algunos de los aspectos más relevantes de la misma.

 

ESTRATEGIAS DE REDUCCIÓN DE EMISIONES 

Conviene recordar que ya existe un conocimiento científico muy desarrollado sobre los procesos de emisión de contaminantes atmosféricos. Cualquier técnica de reducción que se plantee debe tener un fundamento (físico, químico o biológico) que explique su modo de acción.

Comprender los mecanismos implicados en la emisión de contaminantes atmosféricos permite anticipar el efecto esperable de una determinada técnica, aunque para cuantificar este efecto siempre será necesario obtener una valoración más detallada, ya sea mediante observación experimental o mediante modelización.

En los últimos años se ha producido un importante desarrollo tecnológico de medidas de reducción de emisiones aplicables a diferentes etapas de la cadena productiva, desde el manejo y alimentación de los animales hasta la aplicación al campo de los purines.

Contamos con la ventaja de que ya hay mucho camino avanzado, gracias a los esfuerzos realizados en las últimas décadas. En definitiva, hay ya sobre la mesa muchas estrategias con unos márgenes de reducción bastante bien conocidos. Entre estas estrategias podemos destacar:

Ser más eficientes a través de la alimentación, la mejora genética animal y el manejo de los animales.

Son objetivos que el sector ya tiene interiorizados ya que contribuyen a mejorar el rendimiento productivo y reducir el consumo de pienso.

En alimentación hablamos de reducción del contenido de proteína bruta, alimentación por fases, alimentación de precisión y uso de aditivos alimentarios, entre otros.

No debemos olvidar el papel de la mejora genética y el manejo de los animales (climatización y sanidad, principalmente).

Mediante estas medidas de eficiencia se estima que pueden reducirse las emisiones entorno a un 20% en los próximos años.

Diseño de alojamientos que reduzcan la emisión

Utilizar fosos reducidos (enrejillado parcial) que permitan retirar el purín frecuentemente es muy efectivo para reducir emisiones de amoniaco (reducción de hasta el 50%), prácticamente anulando las emisiones de metano en el alojamiento.

Existen lavadores de aire que permiten capturar el amoniaco emitido antes de que sea liberado a la atmósfera (no el metano) de forma muy efectiva, aunque también costosa.

Almacenamiento y tratamiento de purines una vez retirados del alojamiento, puesto que los purines siguen produciendo emisiones en las balsas.

 

Conseguiremos reducir el amoniaco emitido disminuyendo la superficie de contacto del purín con el aire, mediante distintos tipos de cubierta:

• Cubiertas permeables y costras reducción de hasta el 30%

• Cubiertas impermeables reducción de hasta el 90%

Es posible reducir el metano emitido, ya sea reduciendo el tiempo de almacenamiento para que no se den las condiciones necesarias para su formación, aprovechándolo como fuente de energía (plantas de biogás) o más comúnmente quemándolo antes de ser liberado a la atmósfera.

Existen aditivos que retardan las emisiones de amoniaco (inhibidores de la ureasa y ácidos), pero su coste, efectividad y dosificación deben evaluarse bien en la práctica.

Otros tratamientos del purín, como la separación de fases, la aireación, etc., también modifican las emisiones a la atmósfera durante su almacenamiento.

Aplicación a campo mediante técnicas de aplicación localizada para reducir la emisión de amoniaco.

Se trata de tecnologías que están ya disponibles, tal y como puede observarse en las ferias agrícolas y ganaderas de los últimos años.

Enterrado inmediato del purín aplicado reducción aproximada del 50%

Aplicación con mangueras reducción de aproximadamente un 30%

Inyección reducción superior al 60%

 

RETOS Y OPORTUNIDADES

Estas técnicas de reducción son ampliamente conocidas, pues han sido revisadas tanto en el contexto nacional (Guías de reducción de emisiones del MAGRAMA en 2014) como en el europeo (“Documento BREF de Mejores Técnicas Disponibles en la ganadería intensiva”).

¿Qué falta entonces para conseguir un mayor nivel de reducción en la práctica? Son varias las cuestiones que deben abordarse.

En primer lugar, debe reconocerse que falta información más detallada sobre la eficacia de muchas de las medidas de reducción en las condiciones (tipo de granja, manejo, climatología) propias de las granjas españolas.

En algunos casos, tampoco se dispone de mucha información respecto a la viabilidad técnica y económica. Todos estos estudios son muy costosos y hasta la actualidad no ha existido un ecosistema colaborativo entre productores, administración e investigadores suficientemente ambicioso como para acometer los retos de reducción a los que nos enfrentamos.

Es necesario desarrollar una estrategia que permita verificar y certificar el nivel de reducción de las diferentes técnicas. No solo es necesario para nuevas estrategias que puedan desarrollarse, sino también para las existentes que no hayan sido suficientemente evaluadas en las condiciones productivas españolas.

A día de hoy no existe en España un mecanismo para certificar el nivel de reducción de emisiones de una determinada técnica. Sin embargo, esto es fundamental ya que ofrece garantías a distintos niveles:

Puede aportar valor comercial a las empresas que venden este tipo de tecnologías.

Ofrece seguridad a los productores que muchas veces dudan de la eficacia de estas estrategias.

Permite a la Administración establecer políticas efectivas de mitigación.

En segundo lugar, es necesario recordar que las medidas deben aplicarse de forma coordinada.

En general, la eficacia de reducción de una medida concreta es limitada y podría incrementar las emisiones en etapas siguientes de la gestión del purín, ya que una reducción de emisiones en el purín en una fase como el alojamiento supone una mayor disponibilidad de nutrientes en fases posteriores como el almacenamiento o la aplicación (Figura 2).

Por ello, es recomendable combinar diferentes estrategias de las antes mencionadas tomando como objetivo la mayor reducción de emisiones en su conjunto.

Igualmente, es necesario conocer la contribución relativa de los diferentes tipos de animal.

Los engordes constituyen la mayor parte del censo porcino y son responsables de la gran mayoría de los purines y, por tanto, de emisiones. Esa es la razón por la que muchos esfuerzos de mitigación de la contaminación se centran en el engorde de cerdos.

En tercer lugar, debe existir una trazabilidad de la incorporación de las técnicas de reducción de emisiones para que el sector pueda demostrar su nivel de reducción y para que los esfuerzos se vean reflejados en el inventario español de emisiones.

 

EL PAPEL DE LAS EMISIONES DESDE UNA PERSPECTIVA AMPLIA

Conviene recordar que el control de las emisiones atmosféricas está íntimamente relacionado con otras cuestiones ambientales y productivas de relevancia para las granjas porcinas.

En primer lugar, las emisiones de amoniaco constituyen una gran pérdida de valor fertilizante nitrogenado.

Por poner en contexto, se estima que el amoniaco emitido por una granja de 2.000 plazas de cebo contiene el nitrógeno suficiente para fertilizar año tras año alrededor de 25 hectáreas de cereal.

Desde una perspectiva de economía circular, es indispensable minimizar estas pérdidas y aplicar los purines a los campos de cultivo en las condiciones (épocas, dosis y formas de aplicación) que resulten más convenientes según cada cultivo.

Para conseguir estos objetivos, es necesario mejorar la planificación territorial de la actividad porcina.

En segundo lugar, el amoniaco emitido afecta a la salud y el bienestar de los animales y de los propios trabajadores, aunque este efecto no siempre está suficientemente valorado por parte de los productores.

La exposición al amoniaco modifica el comportamiento alimentario de los animales e interfiere en el metabolismo de lípidos y aminoácidos, empeorando los índices productivos. Además, compromete el bienestar y la salud animal al acentuar los efectos de las enfermedades respiratorias, ocasionando mayores gastos sanitarios.

Por tanto, reducir las emisiones de amoniaco contribuye a mitigar estos problemas y mejorar la eficiencia productiva.

En definitiva, es necesario aunar esfuerzos entre productores, administración e investigadores para poder alcanzar el nivel de reducción exigido por la nueva normativa y por la propia responsabilidad del sector.

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