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Salud intestinal porcina: estrategias de intervención nutricional en la producción moderna

En el contexto de la producción intensiva porcina, la salud intestinal representa un componente crítico para garantizar tanto el bienestar animal como la eficiencia productiva. El tracto gastrointestinal (TGI) de los cerdos no solo se encarga de la digestión y absorción de nutrientes, sino que también desempeña funciones inmunológicas y de barrera contra agentes patógenos. 

Esta revisión explora los principales aspectos funcionales del TGI porcino, las disrupciones más frecuentes a lo largo de las diferentes etapas fisiológicas y productivas, y las estrategias nutricionales dirigidas a mitigar sus efectos adversos.

La integridad funcional del intestino depende de múltiples factores, entre ellos: salud intestinal

La interacción dinámica entre estos componentes determina el estado de eubiosis intestinal, necesario para un adecuado crecimiento, conversión alimenticia y resistencia a enfermedades entéricas.

Durante el desarrollo posnatal, el intestino de los lechones experimenta importantes cambios estructurales y funcionales. 

La inmadurez de la microbiota, junto con la transición abrupta de la lactancia al alimento sólido durante el destete, constituye uno de los momentos más críticos en términos de salud intestinal. 

Se ha documentado que este proceso genera estrés oxidativo, disrupción de las uniones estrechas epiteliales y disminución de la altura de las vellosidades intestinales, comprometiendo la absorción de nutrientes y facilitando la traslocación de bacterias y endotoxinas.

El destete también conlleva una alteración en la actividad enzimática digestiva y una reducción en la expresión de citoquinas antiinflamatorias, mientras que se incrementan las concentraciones de mediadores inflamatorios como TNF-α e IL-6. Estos eventos, a su vez, reducen la expresión de proteínas como la ocludina y la ZO-1, esenciales para mantener la permeabilidad selectiva de la mucosa intestinal. El desequilibrio redox y la respuesta inflamatoria desregulada pueden desencadenar condiciones patológicas como la diarrea post-destete, una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en granjas comerciales.

Otro punto relevante se refiere a los cerdos con restricción de crecimiento intrauterino (RCIU), los cuales presentan intestinos más ligeros, vellosidades más cortas, musculatura del yeyuno más delgada y mayor expresión de marcadores de apoptosis. Esta condición se asocia a un bajo rendimiento zootécnico y una mayor susceptibilidad a infecciones entéricas, debido a la inmadurez de su sistema inmunológico y a la baja actividad enzimática digestiva.

En etapas posteriores del ciclo productivo, factores como: salud intestinal

 afectan negativamente la morfología intestinal, la integridad de la barrera mucosa y la composición microbiana

El estrés por calor, por ejemplo, induce hipoxia intestinal y favorece la inflamación al reducir el flujo sanguíneo en la mucosa, generando disfunción epitelial y desequilibrios en la población bacteriana.

La exposición a micotoxinas como fumonisina B1 (FB1) y deoxinivalenol (DON) provoca atrofia de vellosidades, alteraciones en la proliferación celular y desregulación de citoquinas proinflamatorias, además de una reducción en la expresión de proteínas de unión intercelular. Estas toxinas afectan especialmente a los lechones, quienes al ingerir alimentos contaminados presentan mayor permeabilidad intestinal y un incremento en la translocación bacteriana.

El deoxinivalenol, también conocido como vomitoxina, es un trichoteceno producido principalmente por Fusarium graminearum. En los lechones, su consumo provoca anorexia, reducción en la ganancia diaria de peso y deterioro de la eficiencia alimenticia. A nivel intestinal, DON altera la morfología de las vellosidades, reduce la expresión de proteínas de unión como occludina y ZO-1, y promueve una respuesta inflamatoria aguda mediante la inducción de citoquinas proinflamatorias como IL-6, TNF-α e IL-1β. Esto incrementa la permeabilidad intestinal, favorece la traslocación bacteriana y compromete la barrera epitelial.

La fumonisina B1, producida por Fusarium verticillioides y F. proliferatum, interfiere con el metabolismo de esfingolípidos celulares al inhibir la enzima ceramida sintetasa. En lechones, la exposición a FB1 ha sido asociada con atrofia de vellosidades, disminución en la relación altura vellosidad/profundidad de cripta, aumento de la apoptosis celular intestinal y alteraciones en la microbiota intestinal, particularmente una reducción de Lactobacillus y una proliferación de Enterobacteriaceae. Además, FB1 puede afectar el desarrollo del sistema inmune intestinal, reduciendo la expresión de IgA y la funcionalidad de placas de Peyer.

Estudios recientes han demostrado que incluso niveles subclínicos de DON y FB1 (por debajo de los límites máximos legales establecidos por la EFSA o el FDA) pueden provocar efectos negativos acumulativos en los lechones destetados, afectando su crecimiento y aumentando la susceptibilidad a infecciones entéricas como las causadas por E. coli enterotoxigénica (ETEC). Esta sinergia entre disrupción de la barrera intestinal y proliferación de patógenos agrava el riesgo de diarrea postdestete, condición con implicancias sanitarias y económicas considerables.

La co-contaminación por múltiples micotoxinas es otro problema relevante. La combinación de DON con FB1, o con zearalenona (ZEA), ha mostrado efectos aditivos o incluso sinérgicos sobre el daño intestinal, exacerbando la respuesta inflamatoria y el estrés oxidativo. La interacción entre micotoxinas también puede intensificar la disbiosis intestinal, favoreciendo la dominancia de microorganismos potencialmente patógenos.

ESTRATEGIAS NUTRICIONALES

Desde el punto de vista de la nutrición aplicada, se han desarrollado diversas estrategias para preservar la salud intestinal mediante la inclusión de aditivos funcionales. Una de las intervenciones más ampliamente estudiadas es la reducción del nivel proteico en la dieta posdestete, lo cual limita la disponibilidad de sustrato fermentable para bacterias patógenas en el intestino grueso. 

Sin embargo, esta reducción debe ser compensada con aminoácidos esenciales cristalinos y, en algunos casos, con estrategias de realimentación proteica que promuevan un crecimiento compensatorio sin comprometer la integridad intestinal.

Aminoácidos como glutamina, treonina, arginina y alanyl-glutamina han demostrado efectos beneficiosos sobre la morfología intestinal, el mantenimiento de las uniones estrechas y la modulación inmunológica. Su suplementación ha sido asociada con una mayor altura de vellosidades, menor incidencia de diarrea y mejor actividad enzimática digestiva. Estos efectos son particularmente importantes durante las primeras semanas posdestete, cuando el intestino está expuesto a diversos desafíos ambientales y nutricionales.

Los micronutrientes también juegan un rol fundamental. 

Minerales como el selenio y el zinc, especialmente en formas orgánicas, fortalecen la capacidad antioxidante endógena y la respuesta inmunológica, además de mejorar la expresión de proteínas de unión intercelular y reducir la permeabilidad intestinal.

Los aditivos funcionales como prebióticos, probióticos, ácidos orgánicos, enzimas y compuestos fitogénicos también han demostrado efectos positivos en la regulación de la microbiota intestinal y la protección contra patógenos entéricos. 

Su eficacia ha sido validada en múltiples estudios, en los cuales se ha observado una mejora en la altura de las vellosidades, una reducción en la abundancia de E. coli, una mayor secreción de inmunoglobulinas y una modulación favorable del ambiente intestinal.

En el caso del intestino grueso, su salud se encuentra estrechamente relacionada con el equilibrio microbiano y la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como el butirato, acetato y propionato, resultantes de la fermentación de fibra dietaria no digestible. 

Los prebióticos como la inulina, la lactulosa y la pulpa de remolacha favorecen el crecimiento de bacterias beneficiosas (Lactobacillus, Bifidobacterium) y reducen la abundancia de patógenos como Clostridium y Salmonella. A su vez, los probióticos actúan por exclusión competitiva y por producción de sustancias antimicrobianas, contribuyendo a restaurar la eubiosis y a disminuir la incidencia de diarrea.

El uso de almidones resistentes y enzimas digestivas específicas también ha sido evaluado con éxito. Estas sustancias modulan el contenido fermentable disponible en el colon, estimulan la proliferación de bacterias beneficiosas y reducen los efectos negativos del exceso proteico en la dieta. 

Su acción puede combinarse con extractos vegetales ricos en polifenoles como las proantocianidinas, que ejercen propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y antiparasitarias, especialmente frente a nematodos gastrointestinales.

La salud intestinal es, por tanto, una condición multifactorial que requiere un enfoque holístico. La combinación de un diseño nutricional estratégico, un manejo ambiental adecuado y la implementación de herramientas nutricionales basadas en evidencia científica constituye el camino más efectivo para mitigar los desafíos asociados a las disrupciones del tracto gastrointestinal en cerdos. 

En el marco de una producción porcina moderna, sostenible y orientada al bienestar animal, preservar la integridad intestinal no es solo una meta deseable, sino una necesidad técnica y económica impostergable.

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