La edad, peso y grado de maduración del lechón al destete son determinantes para que el animal supere con éxito esta etapa.
El desequilibrio entre el número de mamas viables de la cerda y el de lechones nacidos vivos, junto con la inmadurez y bajo peso de algunos de ellos, obligan a instaurar prácticas de manejo para garantizar el encalostramiento y conseguir la homogeneización del peso de los lechones al destete.
Cada uno de estos subgrupos tiene necesidades medioambientales y nutricionales distintas y requiere un manejo diferenciado.
La situación ideal para un lechón al momento del destete es que no se produzcan variaciones en las condiciones ambientales entre la sala de maternidad y la de transición.
En la maternidad, idónea, se consigue establecer dos zonas térmicas diferenciadas para garantizar las necesidades por un lado de la reproductora, 20-22º C, y por otro las del lechón, que en la última semana de lactación son 32ºC.
En muchas ocasiones, el escenario que se encuentra el lechón cuando llega a la sala de transición es contrario a sus requerimientos. Es frecuente establecer una temperatura ambiente de 28ºC durante la primera semana post-destete, considerando que es suficiente para mantener el confort del lechón.
Cuando los animales no están en situación de confort térmico se produce una respuesta fisiológica en la que intervienen el sistema endocrino y el sistema inmune disminuyendo la capacidad de reacción frente a los agentes microbianos.
Durante la etapa de transición coinciden, de manera simultanea, dos dinámicas inmunitarias que van a condicionar la presentación o no de procesos morbosos:
Es en este punto donde el equilibrio entre presión de patógenos y respuesta inmunitaria es mas susceptible de romperse, si esto sucede se desarrollará el proceso patológico.
El déficit térmico lleva a los lechones a disminuir su actividad, lo que se traduce en una disminución del número de veces que acceden a la comida.
La conjugación entre la falta de confort térmico y la disminución de ingesta contribuye a incrementar el estrés que sufren los animales, facilitando el escenario perfecto para el debut de patógenos que, una vez instaurados, condicionarán el crecimiento y ganancia de peso o, en el peor de los casos, provocarán la baja del animal.
La corrección de estas situaciones pasa por mejorar el diseño de las salas de transición combinando:
Cuando los animales son capaces de mantener el ritmo y la cantidad apropiada de ingesta la integridad de la mucosa intestinal sufre pocas alteraciones y mantiene la función de barrera controlando la exposición del organismo a patógenos y facilitando el desarrollo inmunitario.
La utilización de vacunas orales para el control de procesos entéricos, como son Lawsonia intracellularis y procesos colibacilares mediados por patotipos de E. coli que expresan fimbrias F4 y F18, junto con el diseño y equipamiento tecnológico de las transiciones, son la mejor solución para conseguir la máxima expresión genética de los animales optimizando los resultados zootécnicos.