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La vacunación frente a la colibacilosis del lechón destetado

Escrito por: Javier Marcos Sainero - Director Técnico VETIA ANIMAL HEALTH, SAU

En los últimos tiempos, la medicina veterinaria ha necesitado reconvertirse de manera significativa debido a las medidas tomadas por la Administración en la dirección de reducir drásticamente la utilización de antibióticos y de otros antibacterianos, sobre todo aquellos que formaban parte de medicaciones colectivas y preventivas.

El plan de uso racional de los antibacterianos ha ido evolucionando de manera que se han restringido notablemente las medicaciones que se venían aplicando, incorporadas al pienso, en las fases posteriores al destete y hasta el cebo.

La impresión es que esas medicaciones, de carácter más preventivo que curativo, eran capaces de mantener controladas algunas patologías muy prevalentes en esas fases, tales como las diarreas colibacilares y la enfermedad de los edemas.

También se le atribuye un papel importante en este control al óxido de zinc, incorporado a los piensos de las primeras fases del destete. No obstante, el óxido de zinc se encuentra en la fase final de su vida terapéutica puesto que en el año 2022 pasará a estar prohibido de manera definitiva.

 

Los nutrólogos y la industria de la alimentación animal se encuentran actualmente haciendo un gran esfuerzo para mejorar las condiciones y eficiencia de los piensos que se suministran a los lechones destetados, especialmente en los de fases más susceptibles de padecer colibacilosis en alguna de sus formas.

Es bien sabido que una buena alimentación y unas transiciones adecuadas entre los distintos tipos de piensos son de importancia vital para no desequilibrar el aparato digestivo de los lechones, y contribuir netamente a que no se desencadenen estos procesos patológicos tan extraordinariamente dañinos.

Lo cierto es que, cada vez con más frecuencia, la enfermedad colibacilar de los lechones destetados aflora con manifestaciones virulentas y amplia morbilidad, de forma que su abordaje no es posible con medidas de carácter individual, quedando como única opción las medidas colectivas.

Estas medidas colectivas, descartadas las vinculadas a la administración de antibacterianos, quedan restringidas en el ámbito terapéutico a las de naturaleza inmunológica, es decir, a la vacunación de los animales que serán susceptibles de padecer la enfermedad.

Tradicionalmente, y desde hace décadas, se fue implementado la vacunación frente a la colibacilosis del lechón lactante a través de las cerdas gestantes.

Se desarrollaron vacunas que fueron incorporando antígenos vinculados a la etiopatogenia de la enfermedad a fin de estimular en las madres la generación de inmunoglobulinas.

Estas inmunoglobulinas, especialmente las de tipo IgA, son transmisibles a la progenie al formar parte del calostro.

Por ello, el resultado de esta práctica es favorable siempre que la vacunación o vacunaciones se hagan en las fechas convenientes a las cerdas gestantes y se garantice que el encalostrado de los lechones se haga en plazo y cantidad correctos, para que la inmunidad pasiva se instale en los recién nacidos y queden protegidos durante su primera edad.

Esta práctica da un resultado correcto en esta fase de la vida de los lechones siempre y cuando se descarte la presencia en el colectivo de otras enfermedades contagiosas concomitantes, especialmente las virosis propias de este periodo, que interfieren muy perniciosamente por los daños precoces que producen en el intestino, en la asimilación del calostro, y en la incorporación al acerbo inmunológico de los lechones de las inmunoglobulinas maternas.

La misión de estas inmunoglobulinas será quedar almacenadas en la lámina propia del intestino de los lechones, a la espera de que se produzca alguna injuria o amenaza por las Escherichia coli potencialmente patógenas que invadan su luz intestinal, y que serían neutralizadas por la acción de las mencionadas inmunoglobulinas que se harían presentes en la luz del intestino para ejercer su acción.

Este efecto se corresponde a la inmunidad pasiva por excelencia, de altísima eficacia si su preparación ha sido correcta, pero de muy corta duración si nuestras pretensiones de protección se trasladan a un momento tan remoto como el post-destete.

En esa fase es impensable disponer de esta magnífica herramienta porque la biología así lo manda.

No se puede prolongar la acción de la inmunidad pasiva por más de unas cuantas semanas, en el mejor de los casos. Es frustrante que este mecanismo tan cómodo y económico no nos dé más juego en la fase de lechones destetados.

Descartada la protección por inmunidad pasiva de los destetados, si queremos recurrir a su protección inmunológica solo será posible hacerlo por vacunación.

Las propuestas para la vacunación de lechones con la intención de protegerles frente a la colibacilosis de los destetados son diversas. Hay distintas vacunas inyectables u orales que están destinadas a este propósito y poseen la indicación concreta de poder ser usadas en esta edad.

Colidex-C es pionera en este campo. La idea de vacunar lechones lactantes durante su estancia con la madre se desarrolló ya a finales de los 90, aunque la propuesta no llegó a la fase comercial hasta 2005, año en el que tuvo lugar su lanzamiento comercial.

Colidex-C es fruto de un intenso desarrollo colaborativo entre la Universidad y la Empresa, que conjugó el hallazgo en investigación básica de los antígenos que caracterizan a los seropatotipos de E. coli causantes de las diarreas y la enfermedad de los edemas en los lechones destetados.

Esta investigación determinó que las adhesinas F4 y F18 son predominantes en ese rango de edad, dejando claro que el papel que cada grupo de seropatotipos desempeña es distinto, predominando los portadores de adhesina F4 como causantes de diarreas graves de alta morbilidad y mortalidad en las fases más tempranas del destete, y los portadores de F18 como asociados a procesos edematosos más tardíos, si bien para ambos grupos se detectan excepciones.

Estos hallazgos permitieron el desarrollo de la primera vacuna de aplicación inyectable que contenía los factores de virulencia inmunológicamente competentes para ser incluidos en una vacuna frente a la diarrea colibacilar de los lechones lactantes (F4, F5, F6 y F41) y, asimismo, los de la diarrea colibacilar y la enfermedad de los edemas de los lechones destetados (F4 y F18).

Este desarrollo necesitó poner a punto todos los métodos de obtención de los antígenos adhesivos necesarios mediante el cultivo en medios sólidos y líquidos, de acuerdo con sus necesidades particulares, de las distintas cepas de E. coli capaces de desarrollarlos in vitro.

La vacuna incorpora todos los antígenos adhesivos mencionados en excipiente con adyuvante oleoso, que potencia y modula su toma por el animal vacunado, de manera que aquel desarrolle la inmunidad transmisible por el calostro si se trata de una reproductora o que sea capaz de protegerse a sí mismo si se trata de un lechón.

A lo largo de los años de vida de Colidex-C se han desarrollado numerosas pautas y procedimientos de vacunación destinados a optimizar su efecto.

Así, se han desarrollado pautas especiales para la vacunación de reproductoras primerizas con el fin de evitar el problema de la falta de eficiencia protectora que las cerdas de primer parto suponen en ciertas ganaderías que tienen una tasa de reposición muy alta.

En estos casos, es posible aumentar el número de dosis que estos animales reciben, vacunando durante la cuarentena con una dosis extra, que debe ir seguida por una pauta de nulíparas consistente en vacunar y revacunar en los días 60 y 80 de su gestación.

Nuestras experiencias ponen de manifiesto que esta práctica mejora la diarrea colibacilar de los lechones lactantes al incrementar la riqueza del calostro del colectivo de reproductoras, más débil desde el punto de vista inmunitario.

Cuando se trata de abordar las colibacilosis de los lechones destetados la vacunación debe hacerse de acuerdo con las recomendaciones del prospecto de Colidex-C.

En estos casos conviene recordar que las medidas de asepsia y de buenas prácticas veterinarias deben ser observadas puesto que las aplicaciones rutinarias a colectivos muy numerosos de animales, cuando son descuidadas, pueden ocasionar pérdidas de eficacia o efectos indeseables que se pueden evitar con medidas simples de higiene, asepsia y buen hacer.

 

Para finalizar, e hilando con lo expuesto al inicio, es necesario cambiar las formas en el abordaje de este grupo de patologías debido tanto a la situación presente como a las restricciones del futuro inmediato, constituyendo una alternativa de gran interés la protección inmunológica de las poblaciones porcinas apoyadas por las medidas de manejo, alimentación y alojamiento idóneas para cada lugar, modo productivo y tipo de explotación.

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