El consumo de calostro por parte del cerdo recién nacido es de vital importancia ya que esta positivamente correlacionado con su supervivencia. Los lechones nacen con muy pocas reservas de energía, y en la ausencia del calostro, estas reservas se acaban dentro de las primeras 12 a 17 horas después de nacer. El calostro se […]
El consumo de calostro por parte del cerdo recién nacido es de vital importancia ya que esta positivamente correlacionado con su supervivencia.
Los lechones nacen con muy pocas reservas de energía, y en la ausencia del calostro, estas reservas se acaban dentro de las primeras 12 a 17 horas después de nacer.
El calostro se compone de proteínas de las cuales las inmunoglobulinas son las más abundantes, y son las encargadas de darle inmunidad pasiva al neonato. Y, en una menor cantidad el calostro contiene grasas y lactosa que son las responsables de proveer de energía al lechón.
El calostro cumple funciones como la termorregulación al momento de nacer ya que le ayuda al lechón a acoplarse a la baja temperatura ambiente en el entorno extrauterino.
Esto es importante ya que los cerdos por naturaleza no poseen el tejido adiposo marrón que es el que permite regular la temperatura corporal.
El calostro también provee de enzimas digestivas ayudándolos en su adaptación fisiológica, estimulando así el metabolismo energético.
Debido a que la placenta de las cerdas es epiteliocorial, no es posible el paso de moléculas grandes hacia el feto como las proteínas e inmunoglobulinas, pero si puede transferir moléculas pequeñas como la glucosa y los aminoácidos.
Por lo tanto, el lechón depende del consumo de calostro el cual es rico en inmunoglobulinas. Las inmunoglobulinas en el calostro, en especial la inmunoglobulina G (IgG) son esenciales para la supervivencia del lechón y prevención de enfermedades. Las inmunoglobulinas A y M le proveen una barrera protectora al intestino del neonato.