El invierno es una época en la que la patología respiratoria se exacerba por la reducción de la ventilación y por las condiciones ambientales, tales como las bajas temperaturas, que favorecen la viabilidad de los patógenos.
Sabemos que el virus del PRRS se mantiene mejor con temperaturas bajas y humedad alta. En este sentido, en el ESPHM 2020, que finalmente no se celebró por la situación de excepcionalidad con que nos hace vivir el COVID19, se nos aprobó una comunicación relacionada con este aspecto de la estacionalidad e incidencia del PRRS.
Sabemos que la monitorización de PRRS en USA está reglada y es informada al Swine Health Monitoring Project (SHMP). Este SHMP marca situaciones epidémicas (es decir, con un mayor número de brotes) en invierno, iniciándose el pico en lo que ellos llaman la semana negra (finales de octubre-inicios de noviembre).
Siguiendo las reglas de la AASV, nos propusimos averiguar si esta relación se daba también en España, apoyándonos en los numerosos diagnósticos de PRRS y secuenciación de cepas de PRRSV (2.430 secuencias) que Boehringer Ingelheim había realizado de forma rutinaria entre 2016 y 2019.
Lo que revela el análisis es que el número de secuencias obtenidas está relacionado positivamente con la presencia de clínica en el campo, e inversamente correlacionado con la temperatura media del mes en el que se tomó la muestra (p=0,02; R2=19,12) (Figura 1).
Este análisis lo hemos realizado también en cuanto al porcentaje de muestreos que tuvieron alguna muestra PCR positiva, pero en esta ocasión agrupando los meses por cuatrimestres (diciembre-marzo, abril-julio, agosto- noviembre).
Las vacunas frente a PRRS desarrolladas por Boehringer Ingelheim son vacunas vivas y atenuadas que han demostrado beneficios indirectos en lechones vacunados con respecto a controles no vacunados tales como la reducción de la carga vírica en sangre y pulmones.
Esto permite que, en explotaciones donde las transiciones están dentro de la granja, se reduzca el desafío a las cerdas y se llegue antes a la producción de lechones negativos.
A partir de la producción de animales PCR negativos o con una prevalencia menor al 20% empezaríamos a tener un beneficio directo, por las mejoras en los signos respiratorios, una reducción de las lesiones pulmonares, y, sobre todo, mejoras en los parámetros productivos, aparte claro está del beneficio indirecto anteriormente mencionado.
De lo que estoy convencido es que el éxito de cualquier intervención está en la pasión que le pongas y en el hecho de que te siga o no la gente. En este sentido, los trabajadores son los que, con su trabajo, van a hacer que una granja inestable llegue antes a la estabilidad o que una granja estable se mantenga por más tiempo como tal.
El manejo de la granja puede hacer que un programa llegue a buen puerto o fracase, perpetuándose el problema en el tiempo. Creo que nuestro nivel de conocimiento de PRRS como veterinarios, comparado con el resto de Europa, es alto, pese a lo que algunos piensen. Lo que necesitamos son herramientas de motivación de los trabajadores en las granjas, ya que ellos son nuestras manos, ojos y pies en las explotaciones.
Me gusta pensar que para una empresa el mejor veterinario es aquel que es capaz de liderar la aplicación del ABC en cada uno de los campos dentro de sus explotaciones.
Con este espíritu, desde Boehringer Ingelheim España hemos desarrollado MAE: manejo adaptado a la estabilidad. MAE viene a empoderar a los trabajadores y hacerles partícipes de la tarea de controlar el PRRS.
Se ha realizado un importantísimo ejercicio de revisión científica y de experiencias personales ayudadas con consultas a expertos en manejo, para alumbrar directrices claras en 4 ámbitos:
Además, todo el manejo está modulado en función de la estabilidad de la explotación, así MAE es algo dinámico.
La idea es hacer protagonistas a quienes verdaderamente lo son en la granja, es decir, a los trabajadores.
Con ellos se consensuarán, en reuniones con los veterinarios o los gerentes, las diferentes pautas de manejo. Además de las formaciones presenciales, cuando se puedan hacer, tienen la posibilidad de formarse de manera interactiva en cada una de directrices mediante sus teléfonos móviles.
Aparte de minimizar la exposición del virus residente, que realizaremos con manejo apoyado ahora en el MAE, la cantidad de virus en la granja se puede reducir mediante la vacunación de todo el efectivo, maximizando la inmunidad.
Cuando en 2015 empezamos con las encuestas de bioseguridad, con Padrap (ahora con Combat), vimos que los requerimientos de analíticas de las empresas a los proveedores de genética (cerdas) eran pobres (hemos mejorado muchísimo), y en el caso de los centros de inseminación, había una ausencia total de solicitudes. Más del 80% de las granjas, por aquel entonces, no sabían la frecuencia de muestreo de los machos que les proveían de semen; de hecho, a raíz de estas encuestas recibí alguna llamada de algún centro de inseminación “reprochándome” el que estuviese preguntando tal cosa.
Lo cierto es que los centros se pueden contaminar y todos sabemos de casos al respecto. La profesionalización de los centros ya era altísima con respecto a proveer semen de calidad para la reproducción. Ahora, el reto es que todos puedan adoptar las medidas de muestreo y frecuencia adecuadas para seguir avanzando. Con este objetivo, propuse a Cinta Prieto que realizase un ejercicio de síntesis formativa resumiendo o plasmando en un documento los aspectos científicos relacionados con la monitorización de los CIA para el correcto cierre de esa posible brecha de bioseguridad externa. Dicha revisión la podéis encontrar en este mismo número de porciNews.