En América Latina, el consumo per cápita de carne de cerdo ha experimentado un crecimiento sostenido, de acuerdo con datos de la FAO. Sin embargo, el estrés térmico se ha convertido en uno de los principales retos para satisfacer esta creciente demanda, al afectar negativamente tanto la eficiencia productiva como el bienestar animal.
Dado que gran parte de la producción porcina en la región se lleva a cabo en zonas de clima cálido, el estrés térmico representa un desafío constante para los productores. Frente a las proyecciones de un aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor debido al cambio climático, se han comenzado a adoptar diversas estrategias con el fin de mitigar sus efectos sobre la salud y el rendimiento productivo de los cerdos.
Los cerdos regulan su temperatura corporal principalmente a través de mecanismos físicos como la convección, evaporación, radiación y conducción, los cuales dependen del ambiente y del gradiente térmico existente entre el animal y su entorno (Renaudeau et al., 2011). Ante un aumento en la temperatura ambiental, los cerdos redistribuyen el flujo sanguíneo hacia la superficie de la piel para favorecer la pérdida de calor por radiación.
Sin embargo, a diferencia de otras especies, los cerdos tienen una capacidad limitada para disipar calor mediante la sudoración, ya que poseen pocas glándulas sudoríparas y una capa de grasa subcutánea gruesa, lo que dificulta aún más esta vía de disipación térmica. estrés térmico
El estrés por calor tiene efectos significativamente negativos sobre la reproducción y el rendimiento productivo en cerdos. En las cerdas, se observa una disminución en el desempeño reproductivo, evidenciada por un aumento en la incidencia de anestro, una prolongación del intervalo destete-celo, menor tasa de partos y una reducción en el tamaño de las camadas (Ross et al., 2015).
Las cerdas gestantes son especialmente vulnerables al estrés térmico debido a su elevada masa corporal y al aumento del calor metabólico generado por el desarrollo de los órganos reproductivos y del feto. Esta condición provoca una disminución en el número de embriones viables, mayor mortalidad embrionaria, reducción del suministro de oxígeno umbilical durante el parto, incremento en la tasa de nacidos muertos y una menor cantidad total de lechones vivos (Johnson y Byrd, 2024). Por su parte, los sementales también se ven afectados, presentando una menor producción y calidad de semen.
La reducción en el consumo de alimento es una de las principales causas de este deterioro, ya que conduce a un aporte nutricional insuficiente y, por ende, a una menor ganancia de peso. Este efecto se agrava en animales con mayor peso corporal, los cuales son más sensibles a elevadas temperaturas ambientales (Renaudeau et al., 2012). Se ha determinado que, a partir de los 30 °C, el consumo de alimento comienza a disminuir de manera significativa. Incluso bajo condiciones de igual ingesta alimentaria, los cerdos expuestos a estrés térmico muestran una menor tasa de crecimiento en comparación con aquellos mantenidos en ambientes termoneutrales (Pearce et al., 2013).
El estrés por calor afecta de manera significativa la salud intestinal de los cerdos, principalmente al comprometer la integridad del epitelio intestinal. Como parte de la respuesta termorreguladora, el flujo sanguíneo se redirige hacia la piel, provocando vasoconstricción en el tracto gastrointestinal y, con ello, un aumento en la permeabilidad intestinal. estrés térmico
Desde el punto de vista metabólico, los cerdos sometidos a estrés térmico presentan un incremento en la secreción basal de insulina y en la sensibilidad a esta hormona, lo que inhibe la movilización de lípidos y promueve la lipogénesis. Esta adaptación tiene como objetivo reducir la producción de calor metabólico, dado que la lipólisis genera más calor que el metabolismo de carbohidratos o proteínas.
Asimismo, el estrés por calor disminuye la secreción de hormonas tiroideas, las cuales normalmente estimulan la lipólisis y la utilización de ácidos grasos libres. Como consecuencia, los animales reducen la movilización de grasa corporal, limitan la deposición de proteínas y aumentan el uso de proteínas para la gluconeogénesis, utilizando preferentemente la glucosa como fuente energética. Estas respuestas fisiológicas explican el incremento en la acumulación de grasa corporal observado en condiciones de altas temperaturas. estrés térmico
La zona termoneutral en los cerdos varía en función de su masa corporal, ya que el aumento del tamaño se asocia con una mayor producción de calor metabólico y una menor relación superficie corporal/masa, lo que dificulta la disipación térmica. Por ello, una de las estrategias clave para mitigar el estrés por calor es la modificación del microambiente, dado que la capacidad de los cerdos para perder calor depende en gran medida de las condiciones ambientales.
Algunas medidas efectivas incluyen evitar el uso de techos o paredes con alta capacidad de absorción térmica, mejorar la ventilación y extracción de aire, y proporcionar suficiente espacio a los animales para facilitar la disipación del calor (Mayorga et al., 2018).
Además, el diseño de las instalaciones desempeña un papel fundamental: la orientación, tamaño y forma de los galpones deben favorecer el confort térmico durante las horas de mayor temperatura. Reducciones simples y económicas en la carga térmica ambiental pueden lograrse mediante la minimización de la exposición directa a la radiación solar y el incremento de áreas sombreadas.
En cuanto a las tecnologías de enfriamiento, el uso de ventiladores, extractores, sistemas de nebulización, paneles evaporativos o aire acondicionado puede resultar altamente eficaz, aunque representa una inversión considerable. Paralelamente, el manejo nutricional ofrece alternativas prácticas y rentables. Garantizar el acceso continuo a agua fresca en cantidad suficiente es esencial. estrés térmico
También se recomienda la formulación de dietas específicas para la época cálida, disminuyendo el efecto térmico de la metabolización energética. Esto se logra incrementando el uso de ingredientes de alta eficiencia energética, como los lípidos, y reduciendo aquellos con baja eficiencia, como los ingredientes fibrosos, ya que la fermentación de la fibra genera más calor que la digestión de las grasas.
Adicionalmente, se ha documentado que niveles adecuados de vitaminas C y E, así como de microminerales como zinc y selenio, pueden mejorar la digestibilidad de nutrientes bajo condiciones de estrés térmico. Su acción antioxidante ayuda a prevenir el daño celular, mantener la integridad intestinal y apoyar el equilibrio electrolítico.
En situaciones de estrés calórico agudo o crónico, se observa una disminución del cloro plasmático; sin embargo, la suplementación combinada de estos nutrientes mejora significativamente su concentración, favoreciendo la homeostasis (Ortega et al., 2022). estrés térmico
La capsaicina ejerce su efecto biológico al unirse a los receptores TRPV1 (Transient Receptor Potential Vanilloid 1), que se expresan en neuronas sensoriales y tejidos periféricos. Estos receptores actúan como sensores de temperatura, pH y estímulos nocivos (Szallasi et al., 2007). La activación de los receptores TRPV1 por la capsaicina desencadena una serie de respuestas fisiológicas que contribuyen a mejorar la adaptación del animal al calor.
Una de las principales es la vasodilatación periférica, que facilita la disipación del calor corporal y contribuye a una mejor termorregulación. Además, se ha observado que la capsaicina estimula la secreción de enzimas digestivas y promueve el consumo de agua y alimento, contrarrestando así el efecto en la disminución del consumo de alimento típico del estrés térmico (Liu et al., 2012).
Otro aspecto relevante del capsicum es su capacidad antioxidante. Diversos estudios han reportado una disminución del estrés oxidativo en animales suplementados, lo cual se traduce en una menor inflamación, mejor integridad intestinal y mayor eficiencia alimenticia (Zhang et al., 2011).
En condiciones de estrés térmico, el epitelio intestinal sufre alteraciones como el acortamiento de vellosidades y el aumento de la permeabilidad, lo que afecta la absorción de nutrientes y favorece la entrada de patógenos. El uso de Capsicum contribuye a preservar la morfología intestinal, reduciendo estos efectos negativos (Liu et al., 2012).
En ensayos realizados con cerdos en crecimiento sometidos a altas temperaturas, la inclusión de oleorresina de capsicum en la dieta se ha asociado con mejoras significativas en la ganancia diaria de peso, la conversión alimenticia y la calidad de la canal. También se ha observado una menor incidencia de carne PSE (pálida, suave y exudativa), mejorando el pH final y la coloración muscular (Biggs et al., 2020).
El estrés por calor representa una amenaza significativa para la producción porcina en América Latina, debido a su impacto negativo sobre el rendimiento productivo, la salud y el bienestar de los animales. Este fenómeno, intensificado por el cambio climático, altera profundamente la fisiología del cerdo, afectando su capacidad termorreguladora, el consumo de alimento, la eficiencia alimenticia, la integridad intestinal, la reproducción y el metabolismo energético.
Frente a este desafío, resulta fundamental implementar estrategias integradas que consideren el diseño de instalaciones adecuadas, la optimización del ambiente térmico, y ajustes nutricionales específicos que minimicen la producción de calor metabólico y fortalezcan la capacidad antioxidante e inmunológica del animal.
En este sentido, la suplementación con compuestos bioactivos como la oleorresina de capsicum se presenta como una herramienta prometedora para mitigar los efectos del estrés térmico, gracias a su acción sobre la regulación de la temperatura, el metabolismo energético y la integridad intestinal. La aplicación de estas estrategias es clave para sostener la productividad porcina en climas cálidos y mejorar la resiliencia del sector frente a condiciones ambientales adversas.
Referencias
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