La detección de residuos de antibióticos en animales en el momento del sacrificio es clave para minimizar su impacto sobre el medio ambiente, la economía de los ganaderos y la Salud Pública.
Desde el descubrimiento de la penicilina a comienzos del siglo XX, este y otros antibióticos han sido grandes aliados de la Salud Pública, mejorando el estatus sanitario no sólo en Medicina Humana sino también a nivel de producción animal.
Sin embargo, el mal uso o el abuso de los antibióticos es la base de la generación de antibiorresistencias, proceso por el cual los microorganismos dejan de ser sensibles a los antibióticos, que ya no serán eficaces para el tratamiento de enfermedades comunes.
A nivel mundial, se estima que para el año 2050 una inadecuada gestión del problema generará una pérdida acumulada de 88 billones de euros y 10 millones de muertes anuales (Figura 1), por encima incluso de enfermedades como el cáncer (O´Neill, 2014).
Al tratarse de un proceso de selección natural, resulta difícil impedir el desarrollo de resistencias antimicrobianas entre los microorganismos, pero un control adecuado del uso de antibióticos y otras sustancias antimicrobianas favorecería una reducción efectiva del proceso.
La UE ha puesto en marcha planes estratégicos que pretenden reducir la presencia de residuos de este tipo de sustancias.