El problema de la resistencia a los antibióticos, sin lugar a dudas, por la magnitud que ha alcanzado, se ha convertido en una de las principales amenazas para la salud pública, causando gran impacto clínico, epidemiológico y microbiológico a nivel mundial
Durante años, cuando hablábamos del problema de las resistencias, sencillamente pensábamos que la causa estaba en terreno de “otros”, eludiendo de esta forma nuestra responsabilidad en él.
Sin embargo, aunque son muchas las causas que favorecen la selección y diseminación de la resistencia a los antibióticos (RA), el uso inapropiado e indiscriminado de los mismos son dos de los factores principales que contribuyen a este fenómeno, junto al control deficiente de la infección bacteriana; y esto nos implica a todos, salud humana, salud animal, agricultura, medioambiente y comercio.
Afortunadamente esto ha cambiado y actualmente son muchos los que están trabajando en esta línea, coordinando esfuerzos para combatir el problema de las resistencias, y evitar llegar a la que se ha definido como era “post-antibiótica”.
En esta línea, tanto la Organización Mundial de la salud (OMS) como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Codex Alimentarius y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) han desarrollado distintas estrategias, con el fin de luchar desde todos los frentes, para conseguir resultados de una forma más eficaz.
Combatir la resistencia antibiótica también es una prioridad de la Unión Europea (UE), que ha establecido una estrategia común.
En noviembre del año 2011, el Parlamento Europeo publica una resolución no legislativa, por la que se establece un Plan Director de Acción sobre Resistencias Antimicrobianas, con una duración de cinco años, 7 áreas clave de actuación y 12 acciones concretas.
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