El desarrollo y diseminación de resistencia a los antibióticos es una amenaza mundial, pero que se puede evitar si todos y cada uno de nosotros nos implicamos en un uso prudente de los mismos.
Los 7 mil millones de personas que habitamos el mundo somos responsables de muchos de los males que sufre nuestro planeta, y aunque todos los desastres y catástrofes que nos anuncian nos afectan directamente, nuestro carácter egocéntrico, ambicioso e irresponsable nos hace ignorar las consecuencias, pensando que con un poco de suerte nosotros no lo veremos.
Pero hay una amenaza que no es una predicción futura, sino una realidad presente. Lo que los más pesimistas denominaban era pre antibiótica parece que ya la tenemos aquí con la aparición de las primeras superbacterias.
¿Super bacterias? Denominan así a aquellas bacterias resistentes a todo. Y ya tenemos a pacientes con enfermedades hasta el momento comunes que no tienen tratamiento posible.
La amenaza es a escala mundial y el desarrollo de nuevos medicamentos no va ser suficiente para combatir la resistencia antimicrobiana. Ésta no será posible sin un uso PRUDENTE de los antibióticos por parte de esos 7 mil millones de personas ya mencionados.
Jim O’Neill, economista británico conocido por haber propuesto el término BRICs, para referirse a las economías de Brasil, India, Rusia y China, realizó un estudio donde se demuestra que puede haber profundas consecuencias sanitarias y macroeconómicas para el mundo, especialmente en las economías emergentes, si no se aborda la resistencia antimicrobiana (AMR).
Para la mayoría de las personas, incluso en los principales círculos políticos y empresariales de todo el mundo, la amenaza de la resistencia a los medicamentos puede parecer un riesgo distante y abstracto, si se desconoce totalmente. Para superar esa brecha entre las percepciones Jim O’Neill estimó el coste económico mundial de la resistencia a los antibióticos para 2050
Los resultados muestran un considerable coste humano y económico. Las investigaciones demuestran que un aumento continuado de la resistencia, llevaría al 2050 a 10 millones de personas muertas cada año y una reducción del 2% al 3,5% del Producto Interno Bruto. Según esto habría más muertes por enfermedades imposibles de tratar debido a la resistencia bacteriana, que debidas al cáncer.
A pesar del asombroso tamaño de las cifras expuestas anteriormente, no capturan la imagen completa de cómo sería un mundo sin antimicrobianos. Una de las mayores preocupaciones sobre la AMR es que los sistemas de salud modernos y los tratamientos que dependen en gran medida de los antibióticos podrían verse gravemente alterados. Cuando la mayoría de las intervenciones quirúrgicas se llevan a cabo, los pacientes reciben antibióticos profilácticos para reducir el riesgo de infecciones bacterianas. En un mundo donde los antibióticos no funcionan, esta medida sería en gran medida inútil y la cirugía sería mucho más peligrosa. Muchos procedimientos, como las operaciones de cadera, que actualmente permiten que las personas vivan vidas activas y de calidad durante más tiempo, podrían llegar a ser demasiado peligrosas para hacerlas. Los tratamientos modernos contra el cáncer a menudo suprimen el sistema inmunológico de los pacientes, haciéndolos más susceptibles a las infecciones. Por lo tanto, sin antibióticos efectivos para prevenir o tratar la infección, la quimioterapia se convertiría en una apuesta muy arriesgada. El aumento de la resistencia a los medicamentos también tendría efectos secundarios alarmantes en cuanto a la seguridad del parto, incluidas las cesáreas, con consecuentes aumentos de la mortalidad materna e infantil.
Mejorar la información que tienen las personas de este problema será de vital importancia para revertir esta tendencia. La mayoría de personas o bien tienen un total falta de conocimiento de lo que es la resistencia a los antimicrobianos o creen erróneamente que es el cuerpo de una persona el que se hace resistente a los medicamentos y no la propia bacteria. Una mejor comprensión sobre cuándo usar antibióticos, y la forma de utilizarlos eficazmente, serán de gran ayuda para que las personas los usen responsablemente.
Cualquier uso de antimicrobianos, aunque sea apropiado y conservador, contribuye al desarrollo de la resistencia, pero el uso innecesario y excesivo extendido lo hace peor. El uso excesivo y el uso indebido de antimicrobianos se facilitan en muchos lugares por su disponibilidad sin receta médica, pero incluso cuando no es así, las prácticas de prescripción varían enormemente entre los países.
Como con todas las enfermedades infecciosas, la velocidad y el volumen de los viajes intercontinentales hoy en día crea nuevas oportunidades para que los patógenos resistentes a los antimicrobianos se propaguen a nivel mundial. Esta mezcla de diferentes microbios, particularmente bacterias, les brinda la oportunidad de compartir su material genético entre sí, creando nuevas cepas resistentes a un ritmo sin precedentes. Por lo tanto, ningún país puede abordar con éxito la AMR actuando aisladamente.
“Necesitamos una acción internacional coherente que abarque la regulación de los fármacos y el uso de antimicrobianos en los seres humanos, los animales y el medio ambiente .Esta es una crisis mundial que se avecina, pero que el mundo puede evitar si tomamos medidas pronto.” Jim O’Neill
Existe un marco internacional con la OMS tomando la iniciativa de acordar un plan de acción global para abordar la AMR. El Consejo de la Unión Europea, el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y sus Agencias (EMA, ECDC, HMA, EFSA) han identificado la necesidad de establecer una estrategia común europea para valorar y afrontar el problema del desarrollo de resistencia a los antibióticos.
En el Plan de Acción sobre la resistencia a los antibióticos desarrollado en la Comunicación de la Comisión Europea, se incluyen 12 acciones que se identifican como vitales para la lucha contra las resistencias en los Estados miembro.
En nuestro país se ha puesto en marcha un Plan Nacional a la Resistencia a los antibióticos donde todos los profesionales sanitarios son los principales actores en el desarrollo de esta estrategia.
Responsables del medio ambiente, sanidad humana y sanidad veterinaria aúnan sus esfuerzos para lograr un objetivo común.
Los pasados 11 y 12 de enero se realizó en Lérida una formación donde se detallaba el Plan Nacional y se profundizaba en el uso PRUDENTE de antibióticos en la práctica veterinaria, las consecuencias de un uso indebido y nuestro papel fundamental. Esta formación se impartirá en varios puntos de España, y os recomendamos su asistencia dada la transcendencia del asunto.
Como dijo Cristina Muñoz; recordemos que cada uno de nosotros es un potencial paciente.