En trabajos precedentes (Cerisuelo et al., 2008 y 2009) se han revisado los patrones de condición corporal a seguir a lo largo del ciclo productivo, sin embargo no es tan habitual analizar y discutir el fundamento del uso de este método y la posible existencia de otros métodos alternativos más objetivos, eficaces e igualmente prácticos para su utilización sistemática en granja.
En la producción intensiva actual muy centrada en los costes, los factores más determinantes del funcionamiento de las reproductoras son el nivel productivo alcanzado, la longevidad de los animales y el gasto de pienso necesario para conseguirlos.
Con las cerdas actuales, en general muy magras y en muchos casos hiperprolíficas, es fundamental controlar las condiciones en que la cerda joven ingresa al ciclo reproductivo y productivo y saber gestionar adecuadamente la variación de reservas corporales a lo largo de los sucesivos ciclos.
EN TEORÍA, SE PODRÍA DEFINIR LA CERDA IDEAL COMO AQUELLA QUE:
- Inicia su vida productiva con un peso y estado de reservas suficientes para no poner en peligro su crecimiento y productividad durante el primer ciclo de gestación y lactación
- Es capaz de mantener un crecimiento moderado a lo largo de los dos o tres primeros ciclos productivos
- Recupera con facilidad durante la siguiente gestación las pérdidas de energía y nutrientes que ha sufrido en la lactación precedente
Centrando la atención en el segundo y tercer punto, es necesario conocer de la forma más objetiva posible la evolución creciente y decreciente de las reservas corporales experimentadas a lo largo de la gestación y lactación, respectivamente
Gráfico 1. Evolución y partición de las necesidades de energía a lo largo de la gestación para una cerda hiperprolífica joven y adulta.