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La productividad de las cerdas reproductoras no ha parado de aumentar. Partiendo de la base de que con una mayor producción aumentan las necesidades en gestación y lactación, a principios de siglo se desarrollaron programas de alimentación basados en la evolución de la condición corporal de la cerda.
Se tomó como valor de referencia la llegada al parto con un espesor de grasa dorsal (EGD) a nivel del punto P2 (Figura 1) de 20-24 mm, no perdiendo más de 3 mm durante la lactación (Close and Cole, 2000).
Este tipo de programas de alimentación fueron revolucionarios respecto a lo que se venía aconsejando