El gran desarrollo experimentado por la ganadería en los últimos años ha facilitado el acceso a productos de calidad a un elevado porcentaje de la población. Esta mejora en la productividad ha ido asociada al uso de productos antibióticos, tan necesarios a niveles de producción como perjudiciales si se hace un mal uso de ellos.
La exposición de los microorganismos a estos compuestos es la base de la generación de antibiorresistencias, proceso mediante el cual las bacterias dejan de ser sensibles a los antibióticos, que ya no serán eficaces para el tratamiento de enfermedades comunes. Tan grave es esta problemática que la OMS (Organización Mundial de la Salud) considera la resistencia antimicrobiana como una de las mayores amenazas que la humanidad debe afrontar en las próximas décadas (OMS, 2017). El mayor consumo de antibióticos, así como de otros antimicrobianos, se da en el ámbito de la Sanidad Animal (EMA, 2017). Por tanto, existe una gran preocupación por el hecho de que los alimentos de origen animal puedan representar una posible vía de entrada de estos compuestos en la cadena alimentaria, y de este modo, de generación de antibiorresistencias en los consumidores.
En este ámbito, las autoridades sanitarias cuentan con una legislación amplia y protectora que, junto al uso responsable y los programas de control, han logrado reducir la aparición de alimentos contaminados con residuos de antibióticos hasta porcentajes tan bajos como el 0,3% en 2018 (EFSA, 2020).
Precisamente es el Reglamento 2377/90 el que fija los Límites Máximos de Residuos (LMRs) de estos compuestos permitidos en alimentos de origen animal, punto clave en el establecimiento de los periodos de supresión requeridos para todo medicamento veterinario (Directiva 2001/82/CE).
Así, los datos oficiales dan seguridad al consumidor y reflejan, no solo el buen hacer de los productores sino la efectividad de los planes de vigilancia
En un primer momento, se lleva a cabo un método de cribado que permite el análisis rápido de un elevado número de compuestos. Este método es cualitativo y necesita de un segundo paso en el que se lleva a cabo la determinación y cuantificación del compuesto.
MÉTODOS DE CRIBADO
Tradicionalmente, los métodos de cribado han tenido base biológica. De hecho, fueron los primeros métodos en desarrollarse (Mitchell et al., 1998) y se basan en la inhibición del crecimiento de un microorganismo sensible a la presencia de antimicrobianos. En la actualidad siguen siendo ampliamente empleados ya que son baratos y de amplio espectro (Pikkemaat, 2009).
DETERMINACIÓN Y CUANTIFICACIÓN
Cuando el microorganismo muestra cierto nivel de inhibición del crecimiento por exposición a la muestra estudiada, ésta se considera positiva y es necesario llevar a cabo su confirmación mediante un método que permita identificar el compuesto inhibitorio y determinar su concentración.
Normalmente, estos métodos confirmatorios se basan en las propiedades físico-químicas de los antibióticos (HPLC, LC-MS/MS) (Gaudin, 2017).
Aunque los planes de vigilancia cumplen con los requisitos propuestos en la Directiva 96/23/CE y han probado cumplir sus objetivos, presentan un inconveniente derivado de los métodos de control: son baratos y fáciles de manejar, pero todos ellos se llevan a cabo tras el sacrificio del animal.
EL USO DE MÉTODOS DE DETECCIÓN PRECISOS, FIABLES Y SENSIBLES ES ESENCIAL PARA EVITAR LA INCORPORACIÓN DE ANTIBIÓTICOS A LA CADENA ALIMENTARIA
A pesar de preservar la salud del consumidor, los métodos actuales no evitan los problemas ligados a la aparición de una canal positiva que ha de ser decomisada:
La repercusión económica es
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