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La interrelación conocida como el eje microbiota-intestino-cerebro se ha estudiado ampliamente, revelando cómo los microorganismos intestinales influyen en la salud mental y el comportamiento. Recientes investigaciones en modelos animales, como los cerdos, demuestran cómo el estrés prolongado puede alterar significativamente la microbiota intestinal y afectar la cognición, abriendo nuevas vías para tratamientos innovadores.
EL EJE MICROBIOTA-INTESTINO-CEREBRO
La relación entre el intestino y el cerebro ha sido ampliamente discutida a lo largo de la historia. Tanto es así que, si nos remontamos a 460-370 a.C., ya se le atribuía polémicamente al médico griego Hipócrates de Kos la siguiente frase: “Todas las enfermedades tienen origen en el intestino”, refiriéndose a la importancia de cuidar nuestro intestino para una buena salud (Cryan et al., 2019).
Progresivamente, gracias a la contribución del cirujano William Beaumont estudiando la digestión y los estados emocionales de Alexis St. Martin (un herido de bala reconvertido en paciente de fístula intestinal) y de Walter Cannon, padre fundador del estudio de la motilidad gastrointestinal y defensor de la prioridad del procesamiento cerebral en la modulación intestinal, pudieron asentarse las bases del papel que juega el eje intestino-cerebro en los procesos homeostáticos (Cryan & Dinan, 2012; Cryan et al., 2020).
A partir de 1980, con la implementación de la tecnología de imagen cerebral, se empezó a apreciar claramente la bidireccionalidad de este eje.
Los estudios mostraban que la distensión del intestino resultaba en la activación de diferentes rutas cerebrales que se veían exacerbadas en determinadas patologías como el síndrome del intestino irritable, un trastorno funcional gastrointestinal con desregulación de este eje (Cryan et al., 2020). |
Finalmente, en los últimos años, ha tenido lugar una revolución en el mundo de la biomedicina gracias al descubrimiento de un tercer elemento, el rol de los microorganismos que conforman la microbiota intestinal, pasando a hablar en la actualidad del eje microbiota-intestino-cerebro (Cryan et al., 2019).
En la actualidad sabemos que esta comunicación incluye cuatro vías principales:
El sistema inmunitario.
El metabolismo del triptófano.
El nervio vago.
El sistema nervioso entérico.
Además, se encuentran implicados metabolitos microbianos capaces de cruzar la barrera hematoencefálica y modificar la función neuronal, impactando en el comportamiento y en el estado de ánimo del individuo (Principi & Esposito, 2016; Gonzalez-Santana & Diaz Heijtz, 2020; Salami, 2021). |
Se han descrito distintos factores que pueden influenciar a la composición de la microbiota a lo largo de la vida (Tognini, 2017; Cryan et al., 2019; Gonzalez-Santana & Diaz Heijtz, 2020):
El tipo de parto.
Procesos inflamatorios.
El uso de antibióticos.
La nutrición.
La edad.
El ambiente.
La genética del hospedador.
IMPACTO DE LA DISBIOSIS SOBRE LA COGNICIÓN
Estudios recientes destacan un nexo entre la desregulación de la microbiota, conocida como disbiosis, con diversas condiciones como la depresión, el autismo, la ansiedad, la esquizofrenia, el Parkinson y el Alzheimer, entre otros (Cryan & Dinan, 2012; Tognini, 2017; Cryan et al., 2019). Estas investigaciones destacan