Son numerosas las aportaciones que se pueden plantear en granja para facilitar la viabilidad y crecimiento de los lechones. Posiblemente las aportaciones más importantes son aquellas que implican medidas adecuadas de manejo a través de un buen plan de encalostramiento adopciones.
En las últimas décadas el desarrollo de líneas genéticas hiperprolíficas en la industria porcina ha permitido un incremento en el número de nacidos vivos por cerda y por año (Figura 1).
Este incremento ha sido a costa de reducir el peso medio del lechón al nacimiento -aproximadamente se estima en 35 g menos por lechón adicional (Quiniou y col., 2002)- y generando una mayor variación de peso dentro de las camadas.
En camadas de 10 a 15 lechones es habitual encontrar diferencias de 1 kg entre el lechón más ligero y el más pesado (Foxcroft y col., 2007).
La lactación contribuye poco a reducir la variabilidad de la camada
Como consecuencia, toca trabajar en las parideras y destetes con numerosos lechones muy pequeños, cuya vitalidad para optar a los pezones de mayor producción o estimular la producción de la cerda es escasa.
En lactaciones de 28 días hemos observado que aproximadamente un 9,4 % de lechones tienen menos de 1,1 kg de PV al nacimiento y 19,1% terminan pesando menos de 5,5 kg de PV.
Este hecho sugiere que la lactación contribuye más bien poco a reducir la variabilidad dentro de la camada.
En general se acepta que lechones con bajo peso al nacimiento presentarán un ritmo de crecimiento bajo, un tiempo más prolongado para llegar al sacrificio y una menor calidad de la canal (Rehfeldt y col., 2008).