El sector porcino en Argentina está muy unido. Hay una fuerte cultura de cooperación y crecimiento compartido. Actualmente, los productores de cerdos son principalmente empresarios que invierten y trabajan en innovación.
Daniel es ingeniero agrónomo, posee un MBA en Gestión de Empresas Agroalimentarias y actualmente se desempeña como presidente de la Federación Porcina Argentina. Además, lidera como presidente y gerente general de Cabaña Argentina, una empresa emblemática en la producción de carnes, embutidos y fiambres de cerdo. |
Cabaña Argentina es una empresa integrada verticalmente, con 7.000 madres en producción y uno de los criaderos más grandes del país, procesando entre 18.000 y 20.000 cerdos al mes, con presencia tanto a nivel nacional como internacional. |
No viene directamente de familia, aunque sí heredé el amor por el campo y los animales. Mi padre y mi abuelo eran industriales, pero también tenían intereses en la producción pecuaria.
Curiosamente, muchos años después, me enteré de que mi padre fue miembro de la Asociación de Productores Porcinos de Argentina, una de las más antiguas del país, fundada en 1920. Así que, de alguna manera, el vínculo con la producción porcina ya estaba en la familia, aunque yo lo descubrí mucho después.
Todos los cargos están relacionados con la porcicultura, lo que genera sinergias. Dedico la mayor parte de mi tiempo a la gestión de Cabaña Argentina y a la Federación Porcina Argentina, que tengo el honor de presidir.
En Argentina, la porcicultura está en crecimiento y viviendo un momento apasionante, lo que me motiva a seguir activo en el sector.
Así es. Históricamente, Argentina ha consumido alrededor de 110 kg per cápita de proteína animal, principalmente de carne vacuna, aviar y porcina. Antes del año 2000, el cerdo se utilizaba casi exclusivamente para producir fiambres y embutidos, con muy poco consumo de carne fresca.
A partir del 2000, un grupo de productores nos propusimos cambiar esa tendencia y comenzamos a promover el consumo de carne fresca de cerdo. Hoy, los kilos que antes se destinaban a embutidos se mantienen, pero todo el crecimiento adicional corresponde a carne fresca.
Esto se logró gracias a campañas de promoción, mejoras en la calidad del producto y una estrategia de integración entre los productores y la industria. |
El sector porcino en Argentina está muy unido. Hay una fuerte cultura de cooperación y crecimiento compartido. Actualmente, los productores de cerdos son principalmente empresarios que invierten y trabajan en innovación.
Nuestro sector no está tan atomizado como el bovino, donde hay miles de pequeños productores, ni tan concentrado como la avicultura, donde unas pocas empresas dominan el mercado. En la porcicultura somos alrededor de 800 productores activos que representamos el 80% de la producción nacional. Además, la industria también está bastante diversificada, lo que facilita el trabajo conjunto.
Contamos con entidades técnicas donde compartimos información sobre producción, genética y nutrición, lo que nos ha permitido mejorar nuestros índices productivos. Es un sector dinámico, colaborativo y con una visión de futuro muy clara. |
El argentino es carnívoro por naturaleza. Históricamente, la carne vacuna ha sido el pilar de la alimentación y una tradición muy arraigada. Hacer un asado con amigos o en familia es parte de nuestra identidad. En su pico, el consumo llegó a 110 kg por habitante por año, siendo la carne vacuna la más elegida.
Cuando decidimos ingresar al negocio de la carne porcina, enfrentamos el reto de competir con un producto tan arraigado en la cultura. Nuestra estrategia se basó en dos pilares clave:
1. EQUIPARAR LA NOMENCLATURA DE LOS CORTES DE CERDO CON LOS DE VACUNO: En Argentina, se usaban términos españoles poco familiares. Decidimos llamarlos igual que los cortes de vacuno, con algunas adaptaciones. Por ejemplo, en vez de “bife”, usamos “carré”, pero el resto de los cortes de la pata mantienen los mismos nombres que en la carne vacuna. Esto facilitó la comprensión del consumidor. |
2. OFRECER UN DIFERENCIAL DE PRECIO: Para que el cerdo se consuma en Argentina, debe mantener una diferencia de precio del 20-30% por debajo del vacuno, similar a lo que ocurre en Europa. La carne vacuna históricamente ha sido barata en Argentina debido a políticas gubernamentales, lo que nos obliga a ofrecer un valor aún más accesible. |
Con el tiempo, la gente comenzó a descubrir nuevas opciones. Recuerdo que en supermercados escuchábamos comentarios como: «No sabía que se podía hacer milanesas de cerdo» o «No sabía que había carne de cerdo para hamburguesas».
La estrategia de equiparar los nombres fue clave para cambiar esta percepción.
No buscamos competir con la carne vacuna, sino complementarla. Por eso, trabajamos junto a las otras dos carnes en la Mesa Nacional de la Carne, donde represento al sector porcino. Buscamos impulsar el crecimiento de todas las carnes y fortalecer la industria.
Nosotros tenemos toda la intención de seguir creciendo en la exportación. En algunos aspectos, el Mercosur nos limita porque no hay tratados de libre comercio país por país, sino que todo se maneja dentro del bloque.
Sin embargo, también tiene ventajas. Brasil, por ejemplo, es uno de los mayores exportadores de carne del mundo en las tres categorías, lo que posiciona bien a Latinoamérica como proveedor global.
Queremos seguir ese camino, abriendo mercados como lo ha hecho Brasil, que nos lleva años de experiencia, mayor volumen y más destinos comerciales. Argentina recién en los últimos años ha comenzado a trabajar fuertemente en la exportación porcina.
Con las nuevas condiciones macroeconómicas, las restricciones a la exportación han disminuido y eso nos abre un panorama muy interesante. Si el gobierno mantiene esta política de apertura comercial, podremos consolidarnos como exportadores.
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Esto nos permite ser competitivos, siempre y cuando se mantenga un marco económico estable. |
Es clave. Para poder exportar de manera sólida, primero hay que tener un mercado interno fuerte. Estamos trabajando para que las tres carnes se complementen entre sí. Por ejemplo, cuando Argentina exporta carne vacuna, el ingreso por tonelada es muy alto, mucho más que el del pollo o el cerdo.
Lo que proponemos es potenciar esas exportaciones y, al mismo tiempo, reemplazar parte del consumo interno de carne vacuna con carne de cerdo.
Así logramos generar mayor ingreso de divisas para el país sin afectar la disponibilidad de carne para los argentinos. Es una estrategia que beneficia a todos.
Es cierto que hay competencia por el grano. Argentina necesita el ingreso de divisas, por lo que se exporta una gran cantidad de maíz y soja, lo que a veces puede generar fluctuaciones en el precio y disponibilidad para el sector porcino.
Sin embargo, en términos generales, seguimos teniendo una ventaja competitiva frente a otros países que deben importar estos insumos.
Además, contamos con una ventaja sanitaria importante: estamos libres de enfermedades como el PRRS, la peste porcina africana y la peste porcina clásica, lo que nos convierte en un país confiable para la exportación.
Exactamente. A pesar de los problemas macroeconómicos que hemos enfrentado, el sector porcino en Argentina es pujante, está unido y tiene una mentalidad empresarial fuerte.
Nos parece muy positivo que el sector mantenga su estructura diversificada, con muchos jugadores en el mercado en lugar de un par de grandes corporaciones dominando la industria.
Este nuevo contexto político está favoreciendo la llegada de inversiones, y creemos que eso fortalecerá aún más la porcicultura en Argentina. |
Soy muy optimista. Si logramos mantener esta estabilidad económica y las políticas actuales se consolidan, Argentina tiene todo para convertirse en un actor clave en la porcicultura mundial. Contamos con recursos naturales, tecnología, empresarios comprometidos y ahora, un contexto que favorece la inversión.
Gracias a ustedes por el espacio y el interés en nuestra industria. Espero que podamos seguir conversando en el futuro y viendo cómo Argentina se consolida en el mercado internacional.
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