Se transmite con mucha facilidad y a gran rapidez, generando, en presencia de otras infecciones, cuadros neumónicos agudos que pueden acabar en muerte, hecho que nos obliga a establecer medidas urgentes y especiales para frenarlo.
Los coronavirus no son nuevos, siempre han existido y, al igual que otros virus o bacterias, afectan a todas las especies animales, incluido el hombre, pudiendo causar infecciones a todos los niveles orgánicos.
Si nos centramos en los coronavirus respiratorios vemos que, tanto en la especie porcina como en humana, pueden producir desde cuadros clínicos respiratorios muy leves a casos graves de neumonía.
Estos casos graves son muy poco frecuentes, hecho que explica la falta de previsión del sistema cuando se manifiestan en toda su virulencia.
El Covid-19 es uno de ellos.
Se transmite con mucha facilidad y a gran rapidez, generando, en presencia de otras infecciones, cuadros neumónicos agudos que pueden acabar en muerte, hecho que nos obliga a establecer medidas urgentes y especiales para frenarlo.
Una particularidad de los coronavirus es su capacidad de transmisión interespecie.
Los estudios filogenéticos revisados hasta la fecha apuntan a que muy probablemente provengan del murciélago, pasando a otras especies mediante mutaciones o recombinaciones sufridas en un hospedador intermediario hasta ahora desconocido.
Así, el coronavirus se ha detectado en perros y gatos y se ha replicado experimentalmente en gatos y hurones, aunque la transmisión de estas especies al hombre no ha sido demostrada.
Por el contrario, no se ha logrado una replicación activa del virus tras la inoculación experimental en cerdos, gallinas y patos. Por tanto, no hay contagio entre el cerdo y el hombre.
Ello no quiere decir que no compartan características comunes. No en vano, su estructura genómica y mecanismo de replicación son muy similares entre sí. Por ello, conocer a uno puede sernos de gran utilidad para saber qué hacer cuando se presenta el otro.
Si analizamos lo que sabemos del coronavirus respiratorio porcino vemos que, al igual que el Covid-19, la infección se transmite por contacto directo o mediante transmisión aérea y la replicación se lleva a cabo a nivel de células de la mucosa nasal, faríngea, laringotraqueal y pulmonar.
Respecto a su propagación, tras la infección, el tiempo de excreción nasal es de unos 7-15 días y aunque no atraviesa la barrera placentaria, sí puede encontrarse en el semen a los 6 días post-infección.
Para el Covid-19 se ha observado que, en casos leves la propagación se mantiene durante unos 10 días, en tanto que en casos clínico grave la excreción viral puede pasar a 20 e incluso 37 días.
En este contexto no podemos dejar de hacer referencia a la información aportada en 2011 por Laguna et al., alertando sobre la capacidad de ciertos virus pulmonares porcinos de interactuar con las defensas, alterando la respuesta inmune y favoreciendo su persistencia en los órganos linfoides, dificultando la lucha del animal contra la enfermedad.
Otras de las particularidades observadas hasta la fecha, tanto en coronavirus respiratorios porcinos como humanos, es que presentan una prevalencia estacional, reduciéndose y pudiendo desaparecer en los meses cálidos. Ahora bien, las diferencias socioculturales y climáticas entre población susceptible obligan a ser cautos en aquello que afecta al Covid-19.
Los signos clínicos observados para Covid-19 tampoco difieren demasiado de los descritos en la última epidemia de coronavirus respiratorio porcino y van desde asintomáticos a cuadros respiratorios con fiebre, tos, disnea, diarrea y otros síntomas, todos ellos observados también en otras enfermedades respiratorias, siendo necesaria la presencia de otras infecciones para observar un agravamiento del cuadro y generar neumonías severas con lesiones no patognomónicas, tales como consolidación pulmonar, neumonía bronco-intersticial y bronco-catarral, hiperplasia del epitelio bronquiolar con pérdida de células epiteliales e infiltración de leucocitos, linfocitos y macrófagos en el septo alveolar.
Es esta inespecifidad del cuadro clínico lo que dificulta el diagnóstico. Por ello, tanto en unos casos como en otros, es necesario hacer pruebas en laboratorio mediante aislamiento del virus a partir de mucosa o fluidos nasales.
Como era de esperar en base a nuestro conocimiento de los coronavirus, las pruebas de ELISA y VN (Virus Neutralization) detectan anticuerpos virales, pero no permiten saber si proceden de uno u otro virus de la misma familia. Es por ello que solo sirven para confirmar la negatividad.
A su vez, debemos tener en cuenta que las pruebas VN solo detectan anticuerpos a la semana pos-infección. Por todo ello la confirmación debe efectuarse mediante técnicas de biología molecular o PCR. Este hecho explica, junto a la variabilidad en los protocolos de testeo establecidos para Covid-19, los bailes de cifras en cuanto a prevalencia de la enfermedad.
Las vacunas son la esperanza de la población frente a enfermedades infecciosas de este tipo, tanto en el sector veterinario como en humana.
Pero, en veterinaria, dada su baja prevalencia, no se ha desarrollado ninguna vacuna.
En humana, coincidiendo con la aparición del Covid-19, se han puesto en marcha muchas iniciativas con la intención de desarrollar vacunas lo más rápidamente posible.
Ahora bien, tras el SARS y el MERS ocurrió exactamente igual, se efectuaron ensayos en modelos animales e incluso alguna de ellas se ensayó en humanos en ensayos clínicos fase I (con menos de 50 personas para aportar datos iniciales de seguridad).
Pero ninguna de ellas entró posteriormente en los ensayos de fases 2 y 3 que hubieran permitido valorar la respuesta inmune inducida y la protección conferida frente a la enfermedad.
Por eso el desarrollo de ensayos clínicos frente al Covid-19 empieza prácticamente desde cero y no hay ninguna seguridad de que, una vez frenado el foco, los ensayos finalicen y den como resultado una vacuna segura y eficaz.
El caso es que, a fecha de hoy, no hay tratamiento específico, ni preventivo ni curativo, para el coronavirus respiratorio, ni para el porcino ni para el humano. No se dispone de vacunas ni de tratamientos antibióticos, ni antivirales efectivos. Por ello, solo pueden establecerse tratamientos sintomáticos y paliativos, haciendo imperativo establecer medidas preventivas.
En este contexto vemos que, si buscamos información, para el coronavirus entérico porcino han resultado eficaces las técnicas de inmunización activa, pero no así para las cepas de coronavirus respiratorio a las que el sector ha debido enfrentarse hasta la fecha.
Algo similar se está observando para el Covid-19. Por ello se recomienda establecer medidas para evitar la entrada del virus, siendo las medidas de bioseguridad internas y externas una de las mayores garantías para mantenernos libres de la enfermedad.
Este sector se ha enfrentado a lo largo de los años a una epidemia tras otra, por lo que es uno de los más expertos en aquello que hace referencia al control y a la prevención de enfermedades infecciosas.
El coronavirus no es un desconocido y los conocimientos adquiridos se ajustan en gran medida a aquello que se va descubriendo para el Covid-19, lo cual sitúa a los profesionales de este sector en una posición privilegiada en esta lucha contra la pandemia.
Bibliografía
Laguna, J. G., Gómez, I. M. R., Cabezudo, I. B., Quereda, J. J., Nicolás, O. G., Vidal, M. G. R., … & Otero, L. C. (2011). Bases de la respuesta inflamatoria en la forma respiratoria del PRRS. Anales de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental, (24), 157-165.
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