Regulación neuroendócrina de la ingesta de alimento en cerdos
A lo largo de la vida productiva, los cerdos pasan por diferentes etapas con necesidades específicas que deben ser cubiertas mediante el aporte de nutrientes a través de la ingesta de alimento. La salud de los animales dependerá, en parte, de su habilidad para regular de forma adecuada el equilibrio entre las necesidades y los […]
A lo largo de la vida productiva, los cerdos pasan por diferentes etapas con necesidades específicas que deben ser cubiertas mediante el aporte de nutrientes a través de la ingesta de alimento.
La salud de los animales dependerá, en parte, de su habilidad para regular de forma adecuada el equilibrio entre las necesidades y los aportes. Este equilibrio encuentra regulado por el sistema nervioso central mediante señales neuronales y liberación de hormonas.
El inicio y el cese de la ingestión de alimentos están determinados por mecanismos neuro-hormonales. Los centros de saciedad y del hambre situados en el hipotálamo juegan un papel determinante en la regulación del apetito.
Esta regulación viene determinada por la señal de saciedad, que es responsable de inhibir el estado de “hambre” que sienten los animales espontáneamente.
La saciedad y el hambre son regulados por el sistema nervioso central, a través de la vía glucostática y lipostática, controlando el apetito en función de los niveles de metabolitos sanguíneos detectados. De esta manera, niveles elevados de metabolitos en sangre como la glucosa, generarán una retroalimentación negativa sobre el apetito.
Hay dos vías determinantes la ingesta en función del momento de acción, una actúa a corto plazo y la otra, a largo plazo.
Control del apetito a corto plazo [registrados]
Este mecanismo actúa tanto a nivel estómago como en intestino. A nivel de estómago, a través del “llenado físico” que implica la distensión de este órgano, percibida por diversos receptores actuando como un potente inhibidor de la ingestión (Wangsness y Soroka, 1978). El paso de alimento a través del píloro también puede intervenir como un mecanismo de regulación a corto plazo.
A nivel del intestino, la regulación de la ingesta de alimento se consigue por medio de la hormona polipéptido CCK (colecistoquinina), producida en el duodeno al detectarse la presencia de alimento. Esta hormona provoca la constricción del píloro, la reducción del vaciamiento del estómago y el incremento de los receptores vago eferentes (Forbes, 1995).
En este sentido, cuando los cerdos son inmunizados frente a CCK aumentan el consumo de pienso un 8,2% (Pekas y Trout, 1993).
Control del apetito a largo plazo
Las hormonas implicadas en la ingesta de alimento, es decir, aquellas que ejercen un papel regulador sobre el apetito o la saciedad, pueden clasificarse en orexigénica o anorexigénicas según su capacidad de estimular o inhibir, respectivamente, el consumo de alimentos.
Hormonas anorexigénicas
La regulación del apetito a largo plazo está estrechamente relacionada con el tejido graso que tiende a mantenerse constante por medio de las hormonas leptina e insulina.
La leptina es secretada principalmente por las células del tejido adiposo, cuya función primordial es la regulación de la ingestión de alimentos y del gasto energético, a largo plazo, para mantener las reservas corporales.
Esta hormona actúa a través de receptores, que se encuentran en múltiples tejidos, tanto periféricos como centrales (sobre todo en el hipotálamo y tronco cerebral), para controlar el apetito y el consumo de alimentos en función de las reservas energéticas corporales (Schwartz et al., 2013). Provoca la señal de saciedad, inhibiendo el hambre e incrementando el gasto de energía.
De esta manera, cuando un animal está en balance energético positivo, los niveles de leptina aumentan presentando un estado de saciedad que provoca la disminución en el consumo alimentos y/o apetito.
Al estar directamente relacionada con el grado de engrasamiento del animal y con la composición de la alimentación, la fase productiva y su repercusión sobre la condición corporal de los cerdos son determinantes en la concentración sérica de leptina.
Además, tras la ingestión de alimento, se secreta insulina, que es la principal hormona encargada de regular la glucemia. Actúa como señal de adiposidad y limita la ingestión de alimentos a través de su acción en el cerebro.
Esta hormona es dependiente de diferentes factores tanto externos: el patrón de alimentación y la composición de la dieta, como internos: la edad, el sexo o el peso de los animales, la condición corporal y la fase productiva, que serán los determinantes de mayores o menores niveles circulantes de insulina en sangre.
La concentración en sangre de ambas hormonas es proporcional al grado de reservas de tejido graso.
Hormonas orexigénicas
La grelina, también llamada hormona del hambre, es la principal hormona orexigénica, es producida principalmente en el estómago en respuesta al hambre y la inanición.
Durante el ayuno, o en estados energéticos insuficientes eleva sus niveles en sangre y tras la alimentación recupera los niveles basales.
Esta hormona participa en diferentes aspectos fisiológicos, entre los que destacan la estimulación de la liberación de la GH, la regulación del apetito, el efecto sobre la motilidad del tracto gastrointestinal, la influencia sobre la liberación de glucosa, las funciones cardiovasculares (Dong et al., 2009) y su papel en la regulación del eje hipotalámico-pituitario-gonadal (Muccioli et al., 2011). De este modo, la grelina puede jugar un papel importante sobre el inicio de la pubertad y la función gonadal.
Sin embargo, su actividad principal es la orexigénica produciendo la sensación de hambre al elevar sus niveles antes de la ingestión de alimento, durante un periodo de ayuno, o en estados energéticos insuficientes, lo que la convierte en posible indicador del estatus metabólico del animal.
Fuentes consultadas
Quiles, A. & Hevia, M.. (2008). Factores que influyen en el consumo de pienso en los cerdos (I).