Por lo tanto, poco podría aportar al respecto. Por ello, en esta ocasión, realizaremos un abordaje práctico de problemas de ileítis y su interacción con dos de los pilares de la producción porcina: la sanidad y la nutrición.
Abordaje práctico de la ileítis y su interacción con dos de los pilares de la producción porcina: la sanidad y la nutrición.
Quiero comenzar este artículo haciendo mención a nuestros expertos en Lawsonia intracellularis de la Facultad de Veterinaria de León, los profesores Pedro Rubio Nistal y Ana Carvajal Urueña, del grupo de investigación Digesporc. La gran mayoría hemos asistido y/o leído sus excelentes aportaciones desde hace muchos años sobre Lawsonia intracellularis, en todos los aspectos relacionados con su etiología, epidemiología, patogénesis, cuadro clínico, lesiones y pautas de tratamiento.
Por lo tanto, poco podría aportar al respecto. Por ello, en esta ocasión, realizaremos un abordaje práctico de problemas de ileítis y su interacción con dos de los pilares de la producción porcina: la sanidad y la nutrición.
Aun así, quiero destacar de forma esquemática un breve decálogo que considero importante sobre esta patología infecciosa causada por “one of a kind” de las bacterias intracelulares (Nathan Winkelman, 2019), que se aloja, sobre todo, en la parte de las criptas del íleon del cerdo:
DECÁLOGO DE LA ILEÍTIS PORCINA
Es una enfermedad “iceberg”.
Afecta a muchas especies animales y tan solo está referenciada una cepa en porcino sin diferencias en su virulencia.
Su periodo de incubación es de 5-20 días.
Se excreta en grandes cantidades durante al menos 4-12 semanas.
Un gramo de heces contiene 108 bacterias, siendo la dosis infectiva 103.
La transmisión vertical, de madres a lechones, se produce a bajos niveles.
La transmisión horizontal, entre portadores, es la más común.
Los roedores e insectos son vectores.
Su prevalencia en granjas a nivel mundial es muy elevada (>80%), con presentaciones sobre todo subclínicas e incidencia considerable en granjas de alta sanidad. Titulada como invisible y silenciosa, lo cual resulta aún más preocupante, implica que se producen grandes pérdidas económicas ligadas a penalización de parámetros productivos (ganancia media diaria, índice de conversión, gasto de antibióticos y heterogeneidad de los cerdos con mayor porcentaje de colas).
Son frecuentes las coinfecciones con otros patógenos digestivos como Brachyspira hyodysenteriae y Salmonella spp.
En mi opinión, ante una granja positiva a ileítis, los puntos a considerar para establecer un adecuado programa de tratamiento y control dependerán, sobre todo, de los siguientes factores:
Edad de los animales afectados y fase productiva implicada.
Dinámica de infección: momento de la primera infección. Prevalencia de la enfermedad dentro de la granja. Forma de presentación y gravedad de la clínica manifestada.
Impacto económico del problema y estudio del ROI de las medidas de actuación.
Medidas de bioseguridad intra-granja.
Tipo de instalaciones, sistemas de ventilación y alimentación.
Flujo de animales.
Formación del equipo de personas en la granja.
Visión nutricional
El intestino de un cerdo tiene aproximadamente quince veces la longitud de su cuerpo y el intestino delgado de un cerdo adulto mide 15-20 metros (Sisson, S., 1979).
En él se produce la absorción de la mayoría de los nutrientes, desde el hierro en el duodeno hasta los aminoácidos en el íleon (Szudzik, M., 2018), hablando desde el punto de vista nutricional de la digestibilidad ileal de los aminoácidos como base de las necesidades de mantenimiento y producción en el metabolismo proteico.
De la misma manera, la microbiota del cerdo a lo largo de los diferentes tramos del intestino, tanto delgado como grueso, es variable, y se va modificando con la edad, la nutrición, el ambiente y la sanidad. No menos importante es la interacción microbiota – salud digestiva – inmunidad entérica, sabiendo que el 60-65% de las células inmunitarias se producen en el intestino delgado (Smidt, H., 2014).
Y ya para terminar, en la práctica alimenticia al intestino delgado del cerdo se le viene a llamar “el segundo cerebro”, ya que, haciendo el parangón con el humano, de las necesidades energéticas de mantenimiento más del 50% se precisan para su actividad fisiológica (recambio de la mucosa, turnover proteico, síntesis de vitaminas del complejo B, etc.).
En este punto quiero introducir el concepto de flexibilidad metabólica, que es la capacidad del organismo para modificar su metabolismo en respuesta a los cambios ambientales, basado en la ecuación en la que Fenotipo = Genotipo + Ambiente (condiciones climáticas, nutricionales, sanitarias, manejo, etc.), a efectos de que podamos obtener el mayor potencial genético de nuestros cerdos expresado en los parámetros productivos de sensibilidad (ganancia media diaria e índice de conversión, si hablamos de cerdos de engorde).
Dicha flexibilidad metabólica se basa en la capacidad del animal para utilizar diferentes nutrientes por distintas vías metabólicas con el fin de alcanzar dichos objetivos, y está conceptuado como un elemento de la homeostasis del organismo para mantener sus constantes vitales (Lovatto, P.A., 2003). Bien sabemos que hay una correlación directa entre la morfología del digestivo y la ganancia media diaria (Pluske, J.R., 2000).
Ante cualquier proceso infeccioso el sistema inmune se activa, lo que conlleva una desviación de ciertos nutrientes para tal fin, dando lugar a una penalización de los parámetros productivos (Spurlok, M.E., 1997). El cerdo, ante cualquier enfermedad activa sus diferentes vías metabólicas para mantener su equilibrio – homeostasis, y como bien demostró Lovatto, P.A. (2003), la dieta es un importante promotor de la resistencia a las enfermedades.
Desde mi punto de vista, el equilibrio sanidad-nutrición, nutrición-sanidad, es esencial para tener una óptima eficiencia en nuestras granjas, que se traducirá en un mejor coste de producción.
Ya Niewold en el año 2000 mencionaba el triángulo de la salud y la producción, basado en la interacción entre el digestivo, el alimento y la microbiota, donde se incluyen tanto los agentes saprófitos como los patógenos.
La evolución genética, con cerdos más magros y eficientes (menos alimento para reponer un kilo de carne), está correlacionada de forma negativa con su capacidad de respuesta al estrés (Kanp & Rawn, 2009), teniendo también un impacto negativo sobre su respuesta inflamatoria (Chatelet, A., 2018) y funciones no productivas como son la inmunidad, defensa frente al estrés oxidativo y el metabolismo proteico, que están involucrados en las variaciones sobre la eficiencia alimenticia (Le Floc´h, 2017).
Es por ello que ante el mismo agente infeccioso, como Lawsonia intracellularis, la sensibilidad de los cerdos del siglo XXI es superior a la de los del siglo XX, y por lo tanto, el riesgo sanitario es superior a la hora de poder tener manifestaciones clínicas o subclínicas con mayor impacto económico sobre la producción.
Interacción nutrición con salud digestiva
Es bien conocido que las infecciones digestivas con agentes, tanto bacterianos como víricos, tienen efectos adversos en la estructura y en la función intestinal (Burrin, D.G., 2002).
Un sistema digestivo sano hace un cerdo sano, y un cerdo sano es más eficiente energéticamente que uno enfermo.
La microbiota digestiva protege frente a los patógenos intestinales y su competencia por los nutrientes, además de influir en la respuesta inmunitaria (Lewis, M., 2013).
Como podemos ver la Figura 3, la digestibilidad de los aminoácidos del alimento se ve afectada por factores endógenos del propio cerdo y exógenos asociados al pienso, manejo, ambiente de las granjas y la salud de los cerdos.
Podemos afirmar que un cerdo con ileítis por Lawsonia intracellularis tendrá una menor digestibilidad de ciertos aminoácidos, lo que sin duda explica su impacto negativo en los parámetros zootécnicos (ganancia media diaria e índice de conversión).
Gonzalo Mena, de Agrosuper (Chile), junto con otros compañeros a nivel tanto internacional como nacional, así como en algunos trabajos propios publicados ya desde 2008, evaluaron los efectos de la vacunación de cerdos frente a enteropatía proliferativa o ileítis, comparando sus resultados con cerdos control positivos sin vacunar, observando mejoras en los índices de conversión de 30-50 gramos, lo que supone que, para reponer 1 kg de carne un cerdo en el engorde se necesitan 30-50 g menos de pienso, que por 90 kg de reposición equivalen a 3-4 kg menos de pienso en cerdos blancos y 5-6 kilos de pienso en ibéricos.
Según Mike Tokach en un estudio realizado en KSU, el índice de conversión (IC) ha mejorado en los últimos 15 años un 27%, estimando que 7 puntos son debidos a la mejora genética y los 20 restantes a otras variables.
Personalmente, prefiero hablar de eficiencia energética, es decir, de las kilocalorías de energía neta (EN) que precisa el cerdo para reponer un kilo de carne, lo que sin duda es un fiel reflejo del aprovechamiento energético de la dieta, partiendo de la base de que 2/3 del coste del pienso derivan de su valor energético.
Por término medio, y para dar un dato de referencia, a día de hoy el objetivo de la eficiencia energética es estar por debajo de las 6.000 kcal EN/kg repuesto en cebo (2.450 kcal/kg x 2,45 IC).
Como bien escribí hace poco, no es lo mismo eficacia que eficiencia, y es aquí donde quiero destacar la interacción positiva entre la eficiencia de las vacunas frente a ileítis y la eficiencia energética de los piensos, derivada de esa mejor digestibilidad de los nutrientes por una mejor absorción de los mismos ligada a un menor daño en la mucosa intestinal por Lawsonia intracellularis.
La eficacia se enfoca en los objetivos de controlar la ileítis y la eficiencia en el proceso de vacunación para alcanzar los mismos.
La eficacia mide los resultados esperados frente a los resultados obtenidos, mientras que la eficiencia mide los resultados y recursos utilizados frente a las metas en base a los costos esperados, sabiendo que el retorno de la inversión (ROI) de la vacuna está bien demostrado.
En la eficacia utilizamos los recursos para alcanzar los objetivos mientras que en la eficiencia nos centramos en el buen uso de los recursos disponibles, en este caso de una vacuna que demuestra ser segura, de fácil aplicación y rentable.
Cuando se activa el sistema inmunitario del cerdo por la presencia de un agente infeccioso, las estimaciones de gasto nutricional para soportarlo varían dependiendo de la gravedad del cuadro, desde un 0,5% al 9% de ciertos aminoácidos de la dieta, que no van a deposición de tejidos y sí a producción de leucocitos, anticuerpos y proteínas de fase aguda (Johnson, 1997 – Klasing, 2001) que aumentan el catabolismo y la pérdida neta de proteína muscular.
El coste de la enteropatía proliferativa definido en numerosos trabajos está entre 1,5-5 €/cerdo (Holtkamp, D., 2019), similar al reportado por circovirus porcino y llegando a 6-8 €/cerdo en disentería hemorrágica. Bien sabemos por los trabajos del Dr. Pedro Rubio y su equipo lo frecuentes que son coinfecciones entre Lawsonia intracellularis y Brachyspira hyodysenteriae, y lo vivimos en nuestra práctica diaria en muchos cebaderos, tanto de cerdos blancos como ibéricos.
Actualmente, nuestra ética profesional para reducir la presencia de resistencias antimicrobianas mediante el uso responsable de los antibióticos nos debe hacer aplicar métodos alternativos para el control de ambas bacterias, centrados en:
Prácticas de manejo.
Medidas de bioseguridad estrictas.
Reducción de factores de estrés.
Calidad de pienso y agua.
Prevención con vacunas.
Las cuatro primeras son comunes para ambas bacterias, y en el caso de la última, tan solo disponemos de vacunas frente a Lawsonia intracellularis.
Aun así, ya son varios los trabajos y apreciaciones a nivel de campo que reflejan que, cuando utilizamos de forma sistemática y mantenida la vacuna para prevenir la ileítis, se aprecian mejoras en la incidencia de disentería hemorrágica, debido, en principio, a alguna de las siguientes tres hipótesis versadas en una mejor salud digestiva:
Inmunidad entérica sistémica.
Mejora de la absorción de nutrientes con menor cantidad de los mismos sin digerir en intestino grueso (ciego-colon), donde fermentarían produciendo ácidos grasos volátiles que son fuente de nutrientes para Brachyspira hyodysenteriae, facilitando su proliferación.
Modificación de la microbiota intestinal que favorecería a la flora saprófita frente a la patógena.
Esto nos permite pensar que la vacunación frente a ileítis nos da resultados silenciosos, pero visibles y eficientes.
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