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Hay diferentes causas que cursan con diarrea, algunas de ellas por motivos circunstanciales como pueden ser alteraciones, estrés o agua en mal estado, mientras que otras son causadas por agentes infecciosos
Los problemas entéricos son la problemática sanitaria más frecuente en todas las producciones animales y en medicina humana y, en porcino no tenemos la suerte de que sea diferente.
Hay diferentes causas que cursan con diarrea, algunas de ellas por motivos circunstanciales como pueden ser alteraciones, estrés o agua en mal estado, mientras que otras son causadas por agentes infecciosos. En el primer caso los tratamientos deben implicar la solución a la causa que predispone a las diarreas además de un tratamiento a los animales afectados, pero en el segundo caso debemos atacar al agente determinante de la enfermedad.
La diarrea puede ser causada por virus, bacterias o parásitos, pero por lo general es Escherichia coli la bacteria más frecuentemente implicada en los procesos digestivos.
En primer lugar habría que intentar realizar un diagnóstico lo más fiable posible, si fuera necesario mediante envío de muestras a laboratorio ante un caso dudoso.
En segundo lugar hay que realizar una valoración de la situación del proceso. Este apartado es clave por la evolución del mismo y por el sistema de actuación.
¿Cuántas naves y corrales se encuentran afectados? No sólo debemos valorar la presencia de animales muertos, ya que esto es un índice relativo, sino también la cantidad de animales afectados y la intensidad del proceso.
Para ello debemos observar detenidamente a todos los animales fijándonos en su aspecto externo, vivacidad, heces (sí, hay que revisar cómo cagan los animales: color, olor…), comportamiento, rigidez, aletargamiento respecto a lo que sucede alrededor, suciedad en la zona perianal y estado de engrasamiento.
De esta revisión debemos decidir la acción a realizar posteriormente en los animales y actuar en consecuencia, aunque debemos estar dispuestos a rectificar cuando sea necesario.
Si el proceso sólo afecta a algunas corralinas y a muy pocos animales dentro de ella, siendo evidente que no es un proceso infeccioso de gravedad, lo recomendable es tratar puntualmente a los animales enfermos, generalmente con productos inyectables o para administrar en la boca directamente. Es recomendable el uso de un producto con soluciones electrolíticas en los animales enfermos o que aparentemente no estén en perfectas condiciones.
Se recomienda marcar debidamente la corralina y los animales afectados/tratados y, a ser posible, ser los últimos en visitarse en los días sucesivos, administrándoles una menor cantidad de comida para ayudar al sistema digestivo.
Si el proceso es más general, con unas cuantas corralinas afectadas, debemos actuar de forma más decidida, siempre advirtiendo al veterinario de la explotación de la situación, no tiene por qué ser una situación grave, pero sí que el tratamiento, dependiendo de la gravedad del proceso, requerirá más contundencia.
Dependiendo de la situación, se puede realizar desde una acidificación del agua hasta un tratamiento antibiótico en todas las corralinas afectadas o en la nave afectada, si hubiera varias naves y sólo una estuviera afectada.
En estos casos, el diagnóstico veterinario es importante para valorar la necesidad de un tratamiento preventivo o curativo, siendo el primero limitado a una valoración del proceso que vaya creciendo en gravedad. De lo contrario, y siguiendo las recomendaciones de uso responsable de antibióticos en producción animal, se recomendaría el tratamiento exclusivo de los animales o de las corralinas más afectados.
Cuando el proceso revierte en grave es necesario siempre el uso de antibióticos para su control, ya sea administrados vía agua o pienso, en un tratamiento curativo donde nos aseguremos el control del proceso.
En estos casos se aconseja disponer de un análisis de laboratorio que ayude en el diagnóstico y en la elección del antibiótico a utilizar, aunque no siempre disponemos del resultado a tiempo y debemos empezar el tratamiento siguiendo las directrices veterinarias.
En todos los casos es necesario un protocolo de trabajo en bioseguridad para delimitar la expansión del proceso, combinado con el tratamiento con antibacterianos. El tratamiento cura el proceso en los animales enfermos, pero no limita la presencia de los agentes patógenos en la instalación ni su difusión a través de ella.
Siempre la última nave a revisar será la afectada por el proceso y si se sospechara de un animal enfermo en otra sin afectación, se procedería al tratamiento individual con urgencia siempre que el veterinario lo haya recomendado así.
Limpieza de las corralinas sucias, si hace falta poniendo paja, viruta o serrín para separar los animales de sus purines.
Inspección del agua de bebida, asegurándose de que llega biocida en suficiente nivel para que sea efectivo al final de la nave. Es conveniente purgar tuberías para cerciorarse de que no hay formación de biofilm que comprometería la erradicación de los agentes patógenos y disminuiría la efectividad de los tratamientos.
Comprobar que las medicaciones vía agua se realizan de forma adecuada. En caso de utilizar dosificadores se debe comprobar su funcionamiento previamente y calcular su dosificación con exactitud.
Si se realiza la medicación en el depósito directamente, simplemente se debe asegurar que el antibiótico se mezcle adecuadamente y no precipite. Si es necesario se debería utilizar agua tibia para su correcta homogeneización y se aconseja renovar diariamente la mezcla en el agua a ser posible a última hora de la tarde.
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