Por tanto, hablamos de uno de los principales patógenos involucrados en el complejo entérico porcino, al que sin embargo no se le presta la atención que merece, a pesar de que está presente en la mayoría de las granjas de producción intensiva.
Entrevistamos a Guillermo Ramis, Veterinario y Profesor Titular del Departamento de Producción Animal de la Universidad de Murcia sobre la importancia del control de Lawsonia intracellularis en las explotaciones porcinas.
La infección por Lawsonia intracellularis es la responsable de la aparición de ileítis proliferativa; una enfermedad muy compleja ya que puede producir dos expresiones clínicas (aguda y crónica) y hasta cinco cuadros lesionales diferentes (Ileítis proliferativa, ileítis hemorrágica, enteritis necrótica, ileítis regional y colitis necrótica).
Cuando se produce la forma aguda, es relativamente fácil de identificar clínicamente, pero cuando se produce la forma crónica (mucho más frecuente) puede llegar a pasar desapercibida para el clínico y el ganadero.
El problema estriba en que la enfermedad produce cuantiosas pérdidas económicas, ya que conlleva una mala absorción de nutrientes y, por tanto, un retraso en el crecimiento y una pérdida de eficiencia en el uso del pienso (disminuye la ganancia media diaria y aumenta el índice de conversión del pienso).
Además, produce heterogeneidad de pesos al sacrificio, con el grave perjuicio económico que esto conlleva. Por otro lado, actualmente su prevención requiere de un gasto importante en antibióticos, con un doble impacto: el económico y el de la imagen del sector.
Estamos implicados en una carrera para hacer un uso responsable de los antibióticos para reducir la probabilidad de que aparezcan resistencias que potencialmente se transfieran a patógenos humanos, lo cual pasa por reducir notablemente su utilización, y su sustitución por alternativas eficaces en la prevención de enfermedades.
Por tanto, hablamos de uno de los principales patógenos involucrados en el complejo entérico porcino, al que sin embargo no se le presta la atención que merece, a pesar de que está presente en la mayoría de las granjas de producción intensiva.
¿Crees que le damos la importancia que merece a la infección por
L. intracellularis?
En absoluto. De hecho, hace décadas que sabemos que es uno de los patógenos entéricos más presentes, si no el más prevalente junto con E. coli, pero no le hemos dedicado nunca la atención que merecería.
A principios de los 2000 ya sabíamos que había una prevalencia superior al 90% (granjas con presencia del patógeno) en la mayoría de los países productores de cerdos del mundo. Veinte años después se vuelve a constatar una prevalencia media en los principales países de Europa del 90%.
Esto indica que en los últimos 20 años no se ha hecho nada, o al menos lo suficiente, para controlar este patógeno. Lo demuestra el hecho de que existen vacunas desde hace muchos años y no se han popularizado en prácticamente ningún país con producción intensiva.
¿Qué técnicas de diagnóstico consideras necesarias para saber si
L. intracellularis supone un problema en la granja?
Desde luego lo primero que hemos de tener en cuenta es la técnica de primera línea, el diagnóstico clínico del veterinario, incluyendo la anatomía patológica macroscópica mediante las necropsias de campo.
Lo malo de esta enfermedad es que la forma aguda es relativamente fácil de identificar, siendo necesario hacer un buen diagnóstico diferencial con otras enfermedades entéricas.
TÉCNICAS COMPLEMENTARIAS DE DIAGNÓSTICO
Pero la forma subclínica es, a menudo, difícil de identificar por su clínica no muy evidente. Y por eso hace falta acudir a las técnicas complementarias de diagnóstico. Entre ellas tenemos varias, como la histopatología, que es muy eficiente porque las lesiones aparecen muy pronto y se puede combinar con la identificación del patógeno en esas lesiones mediante tinciones específicas (Warthin-Starry o Carbolfucsina) o mediante inmunocitoquímica e inmunofluorescencia. Por supuesto podemos usar la serología, pero siempre teniendo en cuenta a la hora de interpretarla que, como todas las serologías, solo nos indicará que el sistema inmunitario del animal ha tenido contacto con el patógeno. Es muy adecuada para conocer la prevalencia, pero limitada para saber cuándo se produce exactamente la infección (a no ser que hagamos seroperfiles).
Y desde luego el diagnóstico molecular mediante PCR, bien sea clásica o en tiempo real. Esta última tiene la ventaja de ser cuantitativa, nos permite interpolar el número de patógenos que hay por unidad de peso de tejido o de heces en base al número de copias de ADN que detectamos. Lo bueno del diagnóstico molecular con heces es que la toma de muestras no es invasiva, hacemos una determinación directa de la presencia del patógeno y además nos permite hacer PCR perfiles, saber cuándo la mayoría de los animales está excretando la bacteria, que suele ser el preludio de la forma clínica aguda. El inconveniente es que la excreción de L. intracellularis puede ser intermitente, lo que en alguna ocasión puede hacer que subestimemos la cantidad de animales excretando la bacteria.
Sin duda, contamos con herramientas suficientes como para hacer un buen diagnóstico de los problemas de ileítis porcina, cualquiera que sea su forma. Ahora hace falta que los apliquemos para conocer la realidad de cada granja.
¿Cómo crees que evolucionará esta patología con la reducción del uso de antibióticos?
Tenemos que aprender cosas del pasado y recordarlas para intentar prever el futuro. Cada vez que hemos cambiado algo con respecto al uso de antibióticos las enfermedades entéricas han cambiado.
Cuando se prohibió el uso de antibióticos como promotores, por poner un ejemplo, la prevalencia clínica de ileítis y de disentería en cebo aumento drásticamente. Probablemente la retirada de antibióticos como profilácticos va a tener algún impacto en la enfermedad: en su frecuencia, en su presentación o incluso en la edad de aparición.
Si estudiamos con cuidado las prevalencias que se han publicado en los últimos años; en España se observa una prevalencia detectable de L. intracellularis dentro de las granjas positivas menor que en países como Alemania y Holanda.
Es decir, aunque no haya mucha diferencia en el total de granjas positivas, dentro de una granja positiva hay menos reproductores, lechones o cebones que sean positivos por serología o PCR.
Curiosamente, España es uno de los países con más gasto en antibióticos: por poner un ejemplo, en el año 2017 gastamos 230 mg/PCU, frente a los 89 de Alemania o los 56,3 de Holanda, donde la reducción del uso de antimicrobianos empezó hace años.
Esto indica que la lucha frente al patógeno se basa fundamentalmente en el uso masivo de antibióticos, y aunque sirva para tener una prevalencia más baja, sabemos que, definitivamente, esta práctica tiene que acabarse.
Los países con su profilaxis entérica basada en un porcentaje muy alto en antibacterianos, verán aumentada la prevalencia clínica de la enfermedad si no buscan alternativas a estas moléculas lo más rápidamente posible.
Referente a las coinfecciones de L. intracellularis con otros patógenos, ¿qué importancia le das?
Sería absurdo pensar que L. intracelullaris es independiente de lo que pasa a su alrededor y de todos los demás patógenos que pueden estar actuando en un cerdo de forma simultánea.
Sobre todo porque llevamos mucho tiempo hablando de complejo entérico como una entidad en la que participan diversos patógenos y estos tienen interacciones y sinergias entre ellos; no conforman entidades independientes unos de otros.
Hay hechos probados: cuando actúa L. intracellularis en intestino delgado produce enteritis proliferativa y dificulta la absorción, aumenta la cantidad de nutrientes que llegan a colon y favorece el crecimiento de Brachyspira hyodisenteriae.
También sabemos que hay una relación entre E.coli y L. intracellularis, y la presencia de una favorece la acción de la otra. Se ha comprobado cómo el control de E.coli reduce la presencia de L. intracellularis y viceversa.
En tu opinión, ¿por dónde pasa el control de la ileítis porcina?
Como en todo, el principio debe ser aplicar el sentido común:
No podremos controlar la ileítis (ni ninguna otra enfermedad entérica) si no tenemos una bioseguridad que funcione adecuadamente para evitar que entre el patógeno, pero también para evitar que se disemine por la granja.
MANEJO
Será crítico tener el mejor de los manejos posible (evitar mezclas de edades y orígenes, flujos adecuados, evitar la vuelta de animales retrasados a los mismos, densidades adecuadas, etc..) y una nutrición adecuada, pensando no solo en alimentar al cerdo, sino también a toda la microbiota, favoreciendo a los saprófitos y limitando a los patógenos.
SOLUCIONES MÉDICAS
Y ahora pongámonos con las soluciones médicas. Lo primero será prevenir. La forma clásica, hasta ahora basada en antibióticos, la tenemos que ir olvidando, por lo que tenemos que plantear muy seriamente el uso de vacunas.
Uno de los inconvenientes para el uso de vacunas había sido que el uso de antibióticos cubría varios patógenos simultáneamente (entre ellos L. intracellularis), y la estrategia era:
“Si ya tengo que usar antibióticos para prevenir disentería, para que invertir en una vacuna frente a ileítis; si al fin y al cabo sirven los mismos antibióticos para controlar ambos patógenos”.
Esto ha hecho que el uso de vacunas no fuera económicamente rentable, o al menos no se percibiera como tal por productores y clínicos. Pero esta estrategia, insisto, se tiene que terminar.
Por tanto, tendremos que acudir a vacunas y es probable que la vacuna frente a ileítis se convierta en una herramienta de uso frecuente. Obviamente, la reducción del uso de antimicrobianos en la prevención no significa de ninguna manera que no se vayan a seguir usando como terapéuticos. De hecho, es una cuestión de bienestar animal usarlos como cura cuando la enfermedad clínica aparezca.
¿Crees que una vacuna aplicada vía intramuscular puede dar buena protección a nivel de mucosa intestinal?
Desde luego, no me cabe la menor duda que la tecnología actual permite que las vacunas parenterales produzcan una buena inmunidad en el intestino. Tengo experiencia directa con otros patógenos entéricos, para los que siempre se ha dicho que la vacunación parenteral no produce buena inmunidad entérica, que se basa sobre todo en inmunidad de mucosas proporcionada por IgA.
Y siempre se dijo que, teóricamente, la vía parenteral no era buena produciendo este tipo de inmunidad. Esto hace décadas podía ser cierto, pero actualmente hemos demostrado que no es verdad, que las tecnologías de las vacunas actuales administradas vía parenteral permiten la producción de cantidades suficientes de IgA en el intestino, la cual se complementa con la inmunidad celular.
¿Crees que si controlamos Lawsonia intracellularis podremos ayudar indirectamente a controlar la disentería porcina?
Como ya mencioné anteriormente, la acción de L. intracellularis produce un efecto directo en la disponibilidad de nutrientes en el intestino grueso.
La enteritis proliferativa es un claro impedimento para la absorción de nutrientes y esto hace que más proteínas lleguen al colon. B. hyodisenteriae es una especie proteolítica, al igual que E. coli, Salmonella o Clostridium spp., por tanto, cuanta más proteína sin digerir y absorber llegue al tracto intestinal posterior, más probabilidad de proliferar tendrán estas especies.
Uno de los principios básicos en sanidad es que “salud promueve salud”; cuantos menos patógenos tengamos en juego en el intestino, menos probabilidades de que se den oportunidades unos a otros.
Al fin y al cabo, si el complejo entérico es una red de cooperaciones entre patógenos como ya hemos dicho, controlando uno de los principales actores limitas la capacidad de acción de otros.
¿Qué recomendaciones prácticas das a los veterinarios y productores de porcino para el control de la ileítis porcina?
Lo primero es que rompan completamente el paradigma que ha imperado hasta hace poco tiempo y terminen de reducir el uso de antibióticos con todas las herramientas que tenga a su alcance.
Lo segundo, que inviertan en diagnóstico, porque la ileítis es una de las grandes olvidadas, o mejor dicho menospreciadas, y muchos productores no son conscientes del nivel de problema relacionado con esta bacteria que hay en sus granjas.
Y desde luego, una vez usado el sentido común de la bioseguridad, las mejores prácticas de manejo posible y la mejor alimentación, que se planteen incluir la vacunación frente a L. intraceullaris donde tengan problemas. Las vacunas frente a este patógeno funcionan bien y nos ofrecen una oportunidad de prevención de este. Conocimiento (diagnóstico), buenos medios (bioseguridad y prácticas de producción óptimas) y prevención (vacunación), estos serán los tres pilares del control de la ileítis.
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