Dicho así puede parecer una simple firma, pero la responsabilidad de esa acción es mucho mayor de lo que nos imaginamos.
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La firma de un certificado, receta o cualquier otro documento tiene más valor del que le damos. En el caso del DVR, la ausencia de una pauta diagnóstica que se ajuste a la enfermedad y a la situación epidemiológica dificulta la certificación.
Parece de locos hablar de un tema tan evidente pero los que firmamos certificados de declaración de estatus sanitarios sabemos a qué nos enfrentamos.
Nuestros lectores saben que para comercializar los cerdos de las explotaciones debemos firmar un certificado conocido como DVR que valora la situación sanitaria de la explotación.
Dicho así puede parecer una simple firma, pero la responsabilidad de esa acción es mucho mayor de lo que nos imaginamos.
La firma de un certificado, receta o cualquier otro documento tiene más valor del que le damos. Y sí vamos al caso que os quiero plantear todavía tiene mayor importancia.
No quiero ser alarmista, pero si analizamos nuestros certificados de validación sanitaria o DVR y lo hacemos en profundidad, vemos que certificamos muchas explotaciones sin tener un diagnóstico certero.
Sabemos que, para la leptospirosis, en algunas explotaciones la incidencia ha cambiado.
¿Qué hay de cierto en esta situación?
Pues poca luz, parece. Sobre todo a nivel clínico que, con el cambio a cerdas libres a partir de los 28 días, ha aumentado el problema, pero sin confirmar a ciencia cierta.
Y ¿por qué?
Porque el diagnóstico es complejo y no tenemos, ni para esta enfermedad ni para otras, una pauta de diagnóstico que se ajuste a la enfermedad y a la situación epidemiológica.
Sin embargo, en nuestros DVR firmamos que no hay presencia de la misma, y por lo que vemos en lo que encuentran los laboratorios de diagnóstico y las empresas que desarrollan y venden productos para su prevención, no parece que la situación sea tan tranquila.
Lo que quiero transmitir es la importancia del diagnóstico, como veterinario y responsable de firmar ese tipo de certificados, o cualquier otro que implique un diagnóstico presuntivo y consolidado en el tiempo (como es el caso del DVR, imprescindible para exportar).
Con este escenario todo sería mucho más razonable.
Estos días se oye con mucha frecuencia que el sector porcino es un “gigante con los pies de barro”.
Lo que sí es cierto es que, como en todos los órdenes de la vida, hay cuestiones a mejorar y la calificación sanitaria es una de ellas, además de la figura veterinaria como garante de la misma. En ambos casos, Administración y Sector deberían ir de la mano en esos cometidos.
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