La leptospirosis porcina es una enfermedad poco diagnosticada en granjas de cerdos, en parte porque hacerlo presenta cierta dificultad, pero sobre todo porque su expresión clínica es a menudo muy baja, tanto en el número de casos como en el problema que crean.
No es una enfermedad que preocupe a día de hoy en la producción porcina, o al menos esa es la impresión que tengo por las conversaciones mantenidas con otros profesionales.
Eso no quiere decir, lógicamente, que en momentos puntuales llegue a ser una preocupación, que en los años venideros esta patología vaya a más o que los problemas subclínicos que pueda estar provocando sean mayores de lo que venimos diagnosticando hasta ahora.
Las distintas variedades patógenas estarían presentes en el 85% de las explotaciones de reproductoras españolas (Aguarón, Alvaro y Farre, Clara. 2015), curiosamente sin presentar sintomatología. La mayoría de las especies estarían presentes de manera saprófita y solo algunas serían patógenas (Leptospira interrogans).
Probablemente las mejores medidas de higiene, con el uso de jabones y secado de las instalaciones y la desratización cada vez más exhaustivas, son una barrera para el desarrollo de la enfermedad ya que se dificulta la transmisión del germen.
Por otro lado, la monitorización sanitaria de las explotaciones y la instauración de protocolos de trabajo ayuda a que las prácticas de producción sean cada vez más eficaces.
Ha sido hace unos años, desde que el alojamiento de las cerdas en grupo se ha generalizado, que se han descrito más casos de lo habitual. Las gestaciones en grupo hacen que la epidemiología de las enfermedades cambie.
No estoy tan de acuerdo con algunas opiniones que lo achacan a la reducción del uso de antibióticos, argumento que se usa también para explicar otras patologías.
Resulta fácil su diagnóstico cuando entra en contacto la Leptospira con poblaciones vírgenes o cuando aparece un serovar no adaptado.
Suelen ser problemas puntuales ya que se crea una fuerte inmunidad y suele responder bien a los tratamientos, aunque estos deben ser largos.
Se observa en estas situaciones un brote agudo de abortos a término y fetos momificados, con el nacimiento de algún lechón débil, aunque al ser una enfermedad poco habitual, es fácil confundirlo con un brote de PRRS ya que la clínica coincide bastante y es fácil encontrar explotaciones con títulos variables de anticuerpos de este virus (vacunales o no) e incluso algún PCR positivo, sin ser este el responsable del cuadro. Cuando se inician las actuaciones frente a PRRS, vacuna en sábana, antipiréticos, etc. , resultan totalmente inútiles.
Es el tratamiento con tetraciclinas, como la oxitetraciclina, o la estreptomicina* lo que acaba con el cuadro de abortos y momificados.
En estos brotes, un tratamiento eficaz sería usar doxiciclina a 10 mg/kg PV/día durante 15 días en agua de bebida, para continuar con 20 mg/kg/ PV/día de oxitetraciclina en pienso, a modo de ejemplo, aunque hay otras posibilidades lógicamente.
*Tratamiento recomendado con estreptomicina:
Inyección de 25 mg/kg de estreptomicina en una sola dosis o con tratamientos de 3-5 días para prevenir abortos y el estado de portador. Además, la aplicación del tratamiento 1 semana antes de la cubrición y 2 tras el parto ha demostrado ser eficaz para minimizar las pérdidas reproductivas.
A nivel de confirmación del diagnóstico en laboratorio lo más práctico, en mi opinión, seria enviar hisopos vaginales de cerdas abortadas y fetos, para realizar técnicas directas como la qPCR, que de ser positiva daría elevada cantidad de material genético en todas las muestras.
Conviene hacer diagnóstico diferencial con Chlamydias (Suis y abortus) aunque estas últimas, cuando causan abortos, no lo hacen como agente primario.
Como técnica indirecta la más empleada y eficaz es la aglutinación microscópica (MAT), donde en este tipo de brotes encontraremos bastantes sueros con títulos superiores a 1/800 del serovar causante o de más de uno, ya sea adaptado o no (Bratislava e Icterohaemorrhagie son los más habituales).
Cuadro 1: Alta carga genética en la qPCR en cerdas abortadas a término.
El tratamiento con tetraciclinas o estreptomicina es muy eficaz una vez instaurada la infección, siendo la vacunación de toda la granja primero, y posteriormente a la reposición, una medida complementaria útil para prevenir las reinfecciones una vez controlado el brote.
Hasta que no se haya establecido un buen nivel de protección, es esencial medicar con antibióticos a toda la explotación.
La mayor dificultad en su diagnóstico es cuando afecta en el momento de la cubrición en granjas con infecciones endémicas.
La mayoría de las infecciones por leptospiras son subclínicas. Suelen ser serotipos adaptados y no aparece ninguna sintomatología, pero pueden verse afectados algunos parámetros como una ligera bajada de la fertilidad o un número bajo de nacidos vivos por un aumento de camadas cortas (litter scatter).
Fotografía 1: Mayor número de camadas pequeñas en infecciones subclínicas
Los títulos de anticuerpos frente a Leptospira que podemos encontrar en los sueros de estas cerdas con pocos nacidos vivos pueden ser nulos o muy bajos (1/40, 1/50), por lo que descartar esta causa es una tarea difícil.
El uso de antibióticos es eficaz, siempre que se haga de forma responsable, basándose en un diagnóstico certero y eligiendo el antibiótico ideal a la dosis adecuada, prescrita por el veterinario. Adicionalmente, se recomienda vacunar al hato reproductor y monitorizar evolución del patógeno en la explotación.