Hoy en día es difícil no introducir el término bioseguridad cada vez que visitamos una granja y hablamos con nuestros ganaderos. Parece que está de moda. Pero no es esa la idea.
Hoy en día es difícil no introducir el término bioseguridad cada vez que visitamos una granja y hablamos con nuestros ganaderos. Parece que está de moda. Pero no es esa la idea.
Muchas veces es sinónimo de sentido común, ese del que a veces nos olvidamos porque hacer las cosas de forma ordenada cuesta un poco más o no terminamos de ver la importancia de aplicar la lógica a nuestros movimientos y también a los que realizamos con los animales. O simplemente porque “siempre se ha hecho así y no pasa nada”.
En un sector tan competitivo como el nuestro, hacer las cosas bien es fundamental para mantenernos y sobre todo para evitar problemas futuros, con lo cual es interesante aplicar todas las medidas de prevención que estén en nuestras manos para intentar controlar la sanidad, el bienestar animal y la rentabilidad de las explotaciones.
Un momento crítico es el traslado de lechones entre granjas cuando tenemos que llenar un cebadero, tanto si se trata de animales de 6 como de 18 kg.
Minimizar el estrés de estos animales es fundamental para conseguir un buen arranque a la llegada a su nuevo destino, y eso depende en gran medida de nosotros.
Entre los puntos clave a tener en cuenta, hay algunos evidentes para todos como que la nave esté preparada y haya sido previamente limpiada y desinfectada, y esté seca en el momento de la entrada (cosa que deberíamos controlar pues no es la primera vez que la granja “está limpia”, pero los montones de estiércol están en un rincón en una corralina porque nadie lo ha visto…. )
Es importante transmitir a la persona encargada del transporte de los lechones que no debería bajo ningún concepto entrar dentro de la naves de la explotación, y mucho menos que lo haga con la ropa y las botas que a veces llevan en el camión.
Siempre debemos proporcionarles ropa y botas (limpia y en condiciones) propia de la explotación, así como un saco o tablero para ayudar en el movimiento de los lechones si es necesario.
También es fundamental tener claro cómo vamos a cargar los animales ( y después a decargarlos), y a ser posible tenerlos preparados antes de la carga para evitar estrés añadido a lo que ya de por sí suponen los traslados:
Nadie nos garantiza que no vayamos a tener problemas en caso de hacer las cosas así, pero seguro que estamos minimizando el riesgo de que ocurran imprevistos que nos puedan complicar la crianza y empeorar nuestros costes.
Una parte más de nuestra labor veterinaria es ser capaces de transmitir a los ganaderos la importancia de cumplir estas medidas y de mantenerlas en el tiempo, haciéndoles ver las ventajas de hacer las cosas con el objetivo de prevenir problemas futuros.
El negocio de la porcinocultura zvz se ha convertido en una industria muy competitiva generando grandes retos para las explotaciones.
El flujo comercial actual está vinculado a la condición sanitaria de las explotaciones y por tanto debemos mantener activos sistemas que nos aseguren la bioseguridad de la explotación.
Por consiguiente, los controles sanitarios, así como la estricta aplicación de las medidas de bioseguridad, son componentes fundamentales en la prevención, control y erradicación de enfermedades.
Nuestro sector se compone de muchas empresas con muchos criterios de trabajo diferentes. Los análisis que vamos efectuando en las explotaciones nos demuestran que los perfiles serológicos varían sustancialmente entre individuos y explotaciones.
Todos los veterinarios que trabajamos en ellas tenemos claro qué controles sanitarios tenemos que hacer en nuestras explotaciones pero desconocemos el criterio que tiene el veterinario de las explotaciones colindantes a las nuestras.
Nos esforzamos en gestionar el movimiento de nuestros animales en función de nuestras analíticas y muchas veces estamos a expensas del movimiento de las empresas que conviven en nuestra zona y viceversa.
Para hacer un buen control sanitario son necesarias una serie de analíticas al año de cada una de las explotaciones.
Esto supone una gran inversión en tiempo y gasto económico por parte de la empresa. Nunca se llegan a hacer todas las que realmente serían necesarias.
Sería muy interesante unificar el criterio entre empresas, por lo menos para las enfermedades que más nos pueden condicionar tanto sanitaria como económicamente, ya que no olvidemos que muchas de las enfermedades con las que convivimos representan una gran pérdida económica para la empresa como por ejemplo PRRS, DEV, etc.
Una buena coordinación e interpretación de esas analíticas nos podrían ayudar a controlar y mejorar la bioseguridad y sanidad de todas nuestras explotaciones independientemente de la empresa en la que trabajemos.
Afortunadamente en nuestro sector contamos con grandes profesionales con una amplia experiencia que podrían generar una información muy útil a nivel, no sólo local sino también a nivel nacional.
Recientemente ya conocemos un proyecto de trabajo llevado a cabo en la zona de Aragón con un resultado extraordinario en el control de la enfermedad del PRRS.
Ha supuesto un gran esfuerzo humano a la hora de concienciar a las personas que dirigen y trabajan en las empresas pero los resultados son muy alentadores.
Si esto se pudiera extrapolar a nivel nacional, sería un proyecto muy ambicioso en el que participarían todos los veterinarios del sector trabajando de una manera coordinada y lo más importante manejando una información muy valiosa para ejercer mejor nuestros respectivos trabajos.
Respecto a la pregunta de cómo influyen las vacunaciones en la bioseguridad de las explotaciones porcinas, la respuesta seguro que es muy compleja y debería corresponder a expertos microbiólogos y/o epidemiólogos.
Además existen muchos condicionantes como:
Como veterinarios de empresas porcinas, podemos dar nuestro humilde punto de vista y experiencia personal.
Si clasificamos las principales enfermedades infecciosas de la cabaña porcina, se podrían diferenciar en dos grandes grupos: víricas y bacterianas.
En la mayoría de las enfermedades víricas que ocasionaban grandes pérdidas económicas, las vacunaciones en masa han resultado ser una herramienta eficaz y decisiva para su control y erradicación en muchos casos.
De hecho nuestra generación muchas de ellas no las hemos conocido en las explotaciones (PPC, PPA, EVP, Fiebre Aftosa, incluso Enfermedad de Aujeszky).
Actualmente las vacunas de Parvovirus y Circovirus son altamente eficaces. Sin embargo existen dos virus (ARN), que por su idiosincrasia se resisten al control en nuestras explotaciones, me refiero a la Influenza y al PRRS.
En estos dos casos el control y mucho menos la erradicación son utópicas a corto plazo; ya que existen tantos intentos como fracasos tanto a nivel nacional como internacional. En estos dos casos deberíamos centrarnos en la bioseguridad de cada explotacion, prácticas de manejo y el flujo de trabajo(o movimiento) de animales dentro de las empresas más que en los planes vacunales y/o regionales.
En el bloque de enfermedades bacterianas lo tenemos realmente difícil.
Las patologías que tenemos en la actualidad son prácticamente las mismas que teníamos hace 15/20 años, esto incluso agravado con las leyes de bienestar que han hecho agravar o resurgir patologías latentes, me refiero a Leptospirosis y Brachyspiras, considerándose ahora patologías emergentes.
Las bacterias al ser microorganismos más complejos que los virus, son mucho más variables antigénicamente y por tanto muy variables a nivel de serotipo. De hecho las vacunas suelen ser de serotipos y / o sus toxoides y a veces no tienen inmunidad cruzada entre ellos.
Todo esto nos lleva a que las vacunas de bacterias no evitan los animales portadores, ni sintomáticos, ni mucho menos asintomáticos. En estos casos la bioseguridad convencional nos va ayudar poco si no podemos identificar los animales portadores (machos y hembras) que es la principal fuente de entrada en las explotaciones.
Como resumen o conclusiones podríamos sacar las siguientes:
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